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Parte II: los primeros 27 días

Habían transcurrido 15 años desde que Carlos Andrés Pérez fue electo por vez primera presidente de la República de Venezuela. Su toma posesión el dos de febrero de 1989 se podría asumir como un presagio de lo que sería un periodo presidencial bastante llamativo, pues la misma no se realizó como de costumbre en el hemiciclo del Palacio Legislativo, sino que tuvo lugar en el Teatro Teresa Carreño.

Durante su discurso de aproximadamente 50 minutos, despuntan las siguientes frases:

“[…] este será el primero de una serie de años de reformas. Sería irresponsable proponer tímidos correctivos que sólo agravarían la crisis. No podemos lograr la independencia económica sin disciplina, productividad y sacrificio […]”

Para finalizar diciendo:

“Venezuela se enfrenta a una nueva realidad latinoamericana y mundial con espíritu de conciliación, de solidaridad y de cooperación con todos los países y con todos los pueblos de la tierra […]. Hoy es una fecha de cambios, de esperanza, de esfuerzos comunes y de logros colectivos. Manos a la obra.”

Ya a las 11:30 de la mañana había un nuevo mandatario que habitaría La Casona. José Rojas en un artículo para El Diario de Caracas, titulado “Auge y caída de un líder”, de fecha 21 de mayo de 1993, describía lo que ocurrió una vez levantada la toma de posesión, dando paso a “una gala a los distintos invitados. Allí fueron servidas 200 botellas de Scotch; 650 mil pasapalos; 20 piernas de res; 209 corderos y 10 buffets.”

Un Carlos Andrés Pérez que durante su campaña puso en juicio las decisiones tomadas por todos los presidentes de la era democrática, incluyendo las propias, parecía el hombre más sabio para redirigir la vida política, social y económica de la que era para el momento una de las democracias más sólidas de Latinoamérica.

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El 17 de febrero daba los primeros pasos que creía pertinentes para alcanzar las metas propuestas al anunciar al país el programa de ajustes económicos que llevó en un comienzo el nombre de “paquete económico”. En el mismo se dictaban lineamientos como la liberación del tipo de cambio, la reducción de los aranceles, el aumento en los precios del combustible, transporte, servicio eléctrico y telefonía, así como el impuesto a las ventas, y el aumento de salario mínimo, de las pensiones, jubilaciones, y de los sueldos para los empleados públicos, medida que iba acompañada por algunos programas de las denominadas ayudas sociales como fue la creación de los hogares de cuidado diario, las becas de alimentación para niños, y el subsidio directo a los considerados bienes esenciales de la cesta básica de alimentos.

Pérez argumentó que eran parte de los pasos necesarios a dar para lograr la modernización económica y social del país y que, si bien al principio podría ser complicado el proceso de ajuste, este sólo sería momentáneo.

Dentro de las acciones emprendidas estuvo la privatización de empresas estatales puesto que, para 1989 el déficit de las misma representaba la cantidad de 8.075 millones de dólares. Algunas de las empresas que fueron total o parcialmente privatizadas desde 1990 hasta 1991:

-Banco Occidental de Descuento

-Banco Italo Venezolano

-Banco República

-Administración de los Puertos

-Viasa

-CANTV

Esto le permitió al Estado obtener ingresos superiores a los 127.350 millones de Bolívares.

Muchas de estas directrices asumidas, fueron parte de los acuerdos a los que se llegó con las instituciones financieras internacionales. Fue así como el Fondo Monetario Internacional (FMI) accedió a dar préstamo por 5 mil millones de dólares, como el propio presidente Pérez lo dejó claro en entrevista concedida a Alexandra Toro y Vanessa Zabala para su trabajo: Golpes y juicios a un sistema en crisis: treinta y seis años de historia en Venezuela, al decir que: “[…] debimos presentar una carta al Banco Mundial, en donde Venezuela sentaba su posición y lo que estaba dispuesta a hacer. Esta carta fue discutida en el Congreso y sobre esta base nos abrieron los préstamos del Banco Mundial y de todos los entes multinacionales de crédito.”

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Con pasos firme y actitud positiva, Pérez dejó sobre su escritorio la pluma rebosante de tinta con la cual daría inicio a lo que consideraba un nuevo ciclo de la vida nacional, un gran viraje.

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