
Pablo Ramírez, de 37 años, maneja un camión 350. Desde hacía más de cinco meses no ha vuelto a abastecerse de combustible en una estación de servicio de San Antonio. “Nos toca a lo clandestino, como dicen por ahí, pimpineando”, aseguró mientras exigía a la alcaldía de Bolívar una pronta solución.
Al igual que Ramírez, decenas de conductores se enfrentan a este escenario. “Solamente, entre los que manejamos camiones cisterna, somos más de 30”, enfatizó para dejar claro que por cada pimpina que compran, deben pagar hasta 50.000 pesos. “Estamos trabajando solo para medio comer”, dijo.
Este grupo solía surtirse en la bomba Bella Vista, la cual, por problemas en su estructura, tuvo que cerrarse. Ahora, los conductores, se encuentran en una especie de limbo, pues en la jurisdicción solo funciona una estación, La Esperanza, y allí no están autorizados para abastecerse.




“Aunque hubo un censo, en el mes de noviembre del año pasado, a los que manejamos camiones no nos han dado solución”, indicó quien hizo hincapié en los problemas económicos que esto acarrea. “Al mes, gastamos cerca de 10 pimpinas. Y al comprarlas de manera clandestina, solo nos está quedando para medio comer”, reiteró.
En este sentido, manifestó el descontento que hay en el grupo, “ya que no nos toman en cuenta pese a que somos parte del pueblo. Necesitamos trabajar, comer. En vez de darnos soluciones, nos tienen aislados”.
“Le pido al alcalde que se ponga la mano en el corazón y nos reubique en una estación de servicio. Nosotros también tenemos familia. Soy padre, y de este carro, que es de mi progenitor, dependemos dos familias”, resaltó en nombre de sus compañeros.
Jonathan Maldonado, corresponsal de Frontera Viva