Por Ph.D. Tomás Páez

Vivimos días llenos de ruidos, acusaciones furiosas, argumentos iracundos y contorsionistas en todos los bordes. Pretenden, necesitan, ensordecernos con polémicas y extremismos con los cuales tapar sus vergüenzas y a sus sinvergüenzas. Son muy variadas, en todos los límites y se les ve el flanco de la ridiculez.

Lo encontramos en la explicación del éxodo o del nivel salarial actual del venezolano, hoy en el subsuelo, o en los motivos para limitar la operación de la Organizaciones no Gubernamentales o en las explicaciones de la debacle. Su proverbial victimismo los conduce a una sola explicación: las sanciones impuestas por el imperio o el apoyo que este brinda a las ONGs. Como nos advierte Nicolás Melini, “el victimista es falso, un impostor, el caballo de troya de los mediocres”.

En su ataque a las ONGs intentan calcar a Daniel Ortega, quien anuló más de 900 organizaciones entre 2018 y 2022. En lugar de legislar para recuperar los recursos robados por sus compinches y reconstruir el país, su vocación censora y de pensamiento único los lleva, inexorablemente, a destruir la sociedad civil.

No asumen su responsabilidad en la demolición de Venezuela. Instauraron el “socialismo del siglo XXI”  al margen de la Constitución y elaboraron una pesada y densa maraña de leyes e instituciones. Como corroboran las evidencias, los cambios producidos han sido retrógrados, un país en ruinas y arruinado. Se confirma así, una vez más, que el cambio ni es lineal ni necesariamente positivo.

Pese a la tragedia ocasionada insisten en perpetuarse en el poder. Cada vez que pueden sus voceros del sistema judicial, la Fuerza Armada y el Parlamento repiten al unísono: no volverán. Nos dicen hemos llegado para eternizarnos por los siglos de los siglos, no creemos ni admitimos la alternancia democrática. Se trata de afirmaciones insostenibles, ajenas a la vida misma, siempre cambiante en medio de la incertidumbre.

Resulta innegable que hoy  cuentan con una mayoría en Parlamento y  demás poderes alineados al ejecutivo, mayoría de gobernaciones, alcaldías y parlamentos regionales y disponen de recursos, parte de ellos resultado del saqueo perpetrado a los derechos humanos de los venezolanos, y por ello hay que procurar ver los riesgos que supone esta realidad para cualquier estrategia de modernización del país. Pero también es irrefutable, como se demostró en 2015; que son minoría, importante si, pero minoría al fin, carecen de apoyo y están desconectado de la sociedad venezolana. Su pretendida eternidad es efímera.

Por esos motivos sostenemos que se equivocan quienes piensan que la realidad es inmutable y que algo es inevitable. Quienes así razonan desestiman, no comprenden, la capacidad humana para construir realidades y desconocen que la historia siempre ofrece opciones. El futuro NO ES proyección del pasado, como lo confirma el formidable retroceso experimentado por Venezuela en algo más de dos décadas.

El cambio es multidireccional, dinámico e incierto. De allí la necesidad de establecer el propósito, sentido y sendero del que se propone a sabiendas de que estará sujeto a cambios y ajustes de manera permanente, de establecer el camino, pues no todos son válidos. Como lo advierte Zelenski, ni siquiera en la guerra todo vale.

El desafío de recuperar la democracia, las libertades y reconstruir Venezuela es muy exigente, no admite salidas mágicas, necesita la creatividad y el concurso de todos los venezolanos, allí donde hoy residen. Demanda un esfuerzo superior de limpieza, higiene y recuperar los activos robados. Está orientado con el propósito de restituir la separación de poderes, devolver la autonomía a las instituciones y desenmarañar varios centenares de leyes hechas con el único fin de asfixiar al individuo e imponer la cultura cuartelaria. Recuperar la democracia significa recobrar la confianza, el disenso y la alternancia, tan saludables para que ella perdure.

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La crítica situación del país resulta poco alentadora. La demolición ha sido integral, instituciones, empresas y ahora van por la sociedad civil y sus organizaciones. Incapaces de admitir el fracaso, el Sr. Maduro suele remodelar con relativa frecuencia su gabinete, hay que decir, con magros resultados. Por ejemplo, en pocos meses el país ha tenido cuatro ministros de Relaciones Exteriores, el único Ministro inamovible, intocable, es el de la Defensa, pronto a cumplir nueve años ejerciendo el cargo, alguna razón de mucho peso habrá para ello.

Ejemplo de cambios en dirección al desarrollo, después de la devastación de un país, lo encontramos en China bajo el liderazgo de Deng Xiao Ping. Tras la gran hambruna y la revolución cultural, que cobró varias decenas de millones de vidas, la solución consistió en reemplazar la colectivización, la estatización, la persecución ideológica con el establecimiento de la propiedad privada, el sistema de mercado y estimulando a más de un millón de chinos a estudiar y conectarse con las mejores universidades y centros de investigación del planeta.

Los efectos positivos de la diáspora china y del proceso de circulación del capital humano no tardaron en hacerse sentir, confirmando, una vez más, que la migración favorece e impulsa el flujo de ideas, la innovación, la productividad y el desarrollo tecnológico. Además de adquirir nuevas competencias y habilidades, las personas experimentaron el sentido de vivir en democracia, y la intensa participación de la sociedad civil y el debate de ideas, en contextos sociales de libertades.

En Venezuela, para lograr recuperar la democracia, frenar la destrucción y restablecer el sendero de la calidad de vida, es necesario un gran acuerdo nacional. Un desafío que enfrenta muchos obstáculos. El reciente proceso de fisión y desintegración, que no pertenece en exclusiva a la opción democrática, evidencia de la lucha de facciones, endémica entre los socios, acabo minándolos y generando desaliento y desesperanza. Es, asimismo, una evidencia de la fragilidad y debilidad de ciertas formas de concebir la unidad, cuyas inconsistencias entorpecerían cualquier estrategia de cambio.

Esta realidad  justifica la necesidad de un acuerdo de gobernabilidad, cuyo punto de partida es el reconocimiento y comprensión no solo de la gravedad de la situación, sino también del campo minado y  de exigencias y reclamos sociales insatisfechos, postergados y acallados. Un programa para fortalecer y defender las instituciones demolidas, salvaguardar la separación de poderes y recuperar la CONFIANZA en la democracia.

En este proceso de cambio ¿Cuál es el papel de la diáspora y las organizaciones de la sociedad civil que ha creado? Una respuesta la ofrece LeTexier (2003), la diáspora teje una compleja red de intercambios entre localidades de origen y acogida, que transforma a las personas y los contextos. Con la diáspora fluyen las ideas, se construye la ciudadanía transnacional, se elaboran proyectos, ejerce la política y salvaguarda la democracia. Lo opuesto a la ceguera consciente que limita el ejercicio de ciudadanía al lugar de residencia o la condición de “regular” allí donde reside.

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La nueva geografía y ciudadanía transnacional amplía y globaliza el carácter de los derechos sociales y políticos de la diáspora. Las asociaciones creadas por los migrantes, organizadas en redes, adelantan un fructífero esfuerzo POLÍTICO de dimensiones transnacionales. Hacen parte del proceso de recuperación de la democracia y de la reconstrucción del país y facilitan la transferencia de  conocimientos, habilidades, ideas y movilizan una gran diversidad de recursos con ese propósito.

Las organizaciones de la diáspora han abierto muchos espacios pese a la indiferencia y el desdén de distintos actores e instituciones. Bajo un manto de confianza conectan, articulan e integran múltiples formas organizativas de alcance global. Cuentan con la credibilidad y la reputación para horadar la desafección y el desapego y capaces de sustituirla por una nueva ilusión en la POLÍTICA. La participación de la diáspora es particularmente vital en situaciones de crisis, así como en la posterior superación de ésta: de ello deriva el interés del sector privado y los gobiernos para adelantar una adecuada gestión de sus diásporas.

Este reconocimiento  ha llevado a un creciente número de países y organizaciones internacionales a aprovechar el capital humano de las diásporas en los procesos de reconstrucción. Los gobiernos de esos países han actualizado y remodelado su servicio exterior para adecuarlos a las exigencias de la nueva realidad. Han redefinido el papel de sus consulados, primer punto de contacto con la institucionalidad del país de origen.

Países pequeños, como Guatemala, han creado “consulados móviles” adscritos a sus 12 consulados en USA. Otros ofrecen a sus diásporas el pasaporte gratis, como lo hizo el Gobierno Chileno, mientras el venezolano ofrece el suyo a precio de oro: entre los más caros del planeta. Otros países crean entornos atractivos e incentivos para la inversión y realización de actividades empresariales a sus diásporas. Una clara excepción a lo dicho lo encontramos en el Gobierno de Venezuela, pese a tener más del 22% de su población fuera de sus fronteras convencionales.

La ausencia del Estado no sido óbice para construir el “modelo venezolano de gestión de la diáspora”. Sobre la base de la confianza, el compromiso y las expectativas de beneficio mutuo personas y organizaciones adelantan estrategias de cooperación y colaboración, establecen alianzas estratégicas a fin de impulsar proyectos e iniciativas.

Despliegan un intenso trabajo POLÍTICO en todos los ámbitos y espacios a fin de recuperar la democracia y participar en la reconstrucción del país. Influyen en la opinión pública y apalancan el desarrollo de Venezuela. Un esfuerzo no espasmódico, oportuno, distinto de oportunista, a objeto de evitar que la mugre se revista de solemnidad. En definitiva recuperar la ilusión por la POLÍTICA. La diáspora está conectada en todos los planos y su demostrado interés y compromiso con la democracia y las libertades hace indispensable y urgente establecer  un diálogo alrededor de los derechos sociales y políticos en este nuevo espacio de interacción transnacional. 

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