Nacido un 27 de febrero de 1929, en la llamada Atenas del Táchira, Pedro León Zapata se convirtió en el alma humorística de un país cuya historia contemporánea le dio para hacer una caricatura diaria con la cual interpretar la realidad.
Desde que estudiaba en el bachillerato, en el Grupo Escolar República de Chile, en Caracas, su caricatura mostró estar revestida de jocosidad, crítica y gallardía, cuando dibujando a un sapo denunció que la dirección de la institución había convertido en soplones a sus compañeros.
La anterior anécdota fue mencionada por el propio Zapata durante una entrevista radial que le realizó César Miguel Rondón, en la cual además advirtió, no sólo que aquella fue la primera caricatura que recordaba haber realizado, sino que posterior a su publicación en una cartelera de la institución, la misma fue objeto de discusión entre el director del plante y el inspector de la zona educativa, el profesor Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Tiempo después de aquel capítulo, el joven bachiller entraría a la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, donde consiguió conocer a poetas, ensayistas y pintores con los que consagró amistad.
Ya para 1947, se sabe que Zapata fue miembro fundador de La Barraca de Mari – Pérez, un grupo “orientado hacia el realismo social y el estudio de la figura humana encajada en el paisaje local”, según se puede leer en el artículo Alrededor de la historia de “Los Disidentes”.
De allí el artista da un salto a México, donde viaja decidido a estudiar pintura en el Instituto Politécnico Nacional de México, teniendo la fortuna de recibir clases de Diego Rivera, artista que siempre recordó con cariño, y de quien aprendió la técnica del mural, la cual utilizó para crear su obra Conductores de Venezuela, un mural de 1.500 metros cuadrados ubicado en los exteriores del Gimnasio Cubierto de la Universidad Central de Venezuela.
Del oriundo de La Grita se volvió a saber en 1958, cuando regresó a la capital venezolana para ejercer como profesor en la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, además de empezar a publicar caricaturas en diferentes periódicos y revistas de la época.
Y en 1965, le llega una oportunidad de trabajo que jamás imaginó que durase tanto. El Nacional le ofrece un espacio para publicar sus trazos cargados de corrosivo humor que denuncia la realidad del país. El periodista Omar Pérez habría sido quien recomendó llamarle “Zapatazos”, a aquellas publicaciones que se efectuaron durante más de 50 años, según cuentan Elena Tamaro y Tomás Fernández en Biografía de Pedro León Zapata.
Una década más tarde, en 1975, expone sus obras en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, momento en el que, a su vez, fue condecorado por el presidente Carlos Andrés Pérez.
De este episodio surge una anécdota digna de recordar, pues cuando el mandatario le puso la distinción, exclamó: “Quién iba a pensar, Pedro León, que yo te iba a condecorar”. A lo que el artista respondió: “el desprestigio es mutuo”.
Este hecho narrado por el propio Zapata en entrevista con el escritor Leonardo Padrón, pone de manifiesto muchas cosas que llaman la atención como la tolerancia y buen humor del presidente, la sagacidad del caricaturista, y eso que él siempre defendió, lo subversivo del humor, pues creía que este siempre debía ser perspicaz crítico del gobierno de turno.
Su trabajo fue distinguido además en otras ocasiones, como cuando se le otorgó el Premio Nacional de Periodismo en 1967, el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1981, el nombramiento de profesor honorífico del humor en 1993 por parte de la Universidad de Alcalá de Henares en España, y el doctorado honoris causa de la Universidad de Los Andes en 2002.
Al inicio de la mencionada entrevista que le realizó Leonardo Padrón, este sostiene que “el lunes que no lo hallemos en el periódico, seguro el Ávila estará borroso, los semáforos se enredarán, y la sonrisa se nos trocará en mueca incompresible”.
Lamentablemente ese día llegó, fue un viernes seis de febrero de 2015. Su esposa. Mara Comerlati, dio la información que se convirtió en página principal de los diarios del país.
Pedro León Zapata dejó un repertorio de pinturas, caricaturas y frases que de manera excepcional describen la historia de Venezuela. Sus “garabatos”, como los llamaba él mismo, se convirtieron en parte del acervo nacional. Y los zapatazos eran y serán siempre, sinónimo de civismo, puesto que usó la persuasión para enfrentar al monopolio de la coacción.