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Humberto González Briceño @humbertotweets

Una de las consecuencias de la devastación de la economía venezolana en manos del chavismo ha sido la desaparición de la clase trabajadora como una fuerza orgánica en la sociedad. Pero esto no es un resultado azaroso sino un diseño montado por el chavismo para desarticular y reducir cualquier sector social que pueda representar un peligro para su hegemonía. Igualmente los profesionales universitarios y técnicos por extensión han sido llevados a una situación peor que la proletarización y es a un estado denigrante de mendicidad. Uno y otros, obreros y profesionales, han perdido tales cualidades para ser reducidos prácticamente al papel de esclavos bajo el régimen chavista.

Se podría acusar el sinsentido de un estado que aparentemente se inspira en ideas marxistas y socialistas ejerciendo políticas antiobreras y antipopulares. Pero entonces habría que calibrar si esto que se llama chavismo se puede ecualizar con el socialismo o es más bien otra cosa. Lo cierto es que bajo el régimen chavista los venezolanos han pasado más hambre que durante los años de la calumniada democracia de partidos. No hay comparación.

La economía ha sido dolarizada a la fuerza y los salarios se siguen pagando sobre la base de un bolívar que como moneda vale menos que papelillo y serpentina. La desaparición de la verdadera empresa privada de la industria y el comercio e incluso la bancarrota de las empresas del estado han logrado una disminución cuantitativa de la fuerza laboral. Esto ha puesto en forma irreversible a millones de venezolanos en situación de desempleo y dejados en la más absoluta miseria tratando de sobrevivir operando en economías informales y mercados negros de cualquier cosa que aun mantenga su valor.

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Hay una minoría privilegiada que tiene empleo y salarios más o menos decentes en empresas que directa o indirectamente dependen del gobierno para poder operar por vía de contratos públicos de bienes y servicios. Hay otra capa que figura en las nóminas del gobierno de Nicolás Maduro y en las del Interinato de Juan Guaidó que en realidad son las clientelas tanto del chavismo como de la falsa oposición a quienes se les paga con dinero del erario público para que se dediquen a la política a tiempo completo.

De estas capas salen unos supuestos líderes sindicales que hablan en nombre de una clase trabajadora inexistente. Y con esa pseudo representación avalan junto a la Fedecámaras chavista un supuesto diálogo social con el gobierno para lavarle la cara al chavismo. Esta vez la maroma contó con la bendición de la Organización Internacional del Trabajo cuya delegación parecía más engolosinada con las poses y los pasapalos que interesada en examinar las condiciones miserables de los obreros y profesionales venezolanos.

El control que ejercen tanto el gobierno como los partidos de la falsa oposición sobre los, ya de por sí, débiles sindicatos ha sido pernicioso para la organización obrera y sindical. En lugar de ser estructuras ágiles para la lucha y la movilización han quedado reducidas a megáfonos para amplificar las consignas del gobierno y los partidos.  Sin un horizonte de lucha y con una agenda marcada por el cortoplacismo de los partidos de la falsa oposición estos sindicatos pueden hacer muy poco por sí mismos y sus afiliados y prácticamente nada por Venezuela.

Partiendo del reconocimiento de la debilidad actual de una clase obrera prácticamente inexistente y la urgencia de deslastrarse de una anquilosada burocracia sindical mediatizada por los partidos quizás se podrían articular núcleos organizados de trabajadores, sindicatos de nuevo tipo pues, con una agenda sindical y política definida proyectada en el mediano y largo plazo. La organización de sindicatos verdaderamente autónomos e independientes, tanto del gobierno como de la falsa oposición y de los partidos en general, es en sí misma una actividad subversiva al régimen chavista que se sostiene no solo por las armas y la violencia sino también por la ausencia de fuerzas sociales organizadas capaces de sacarlo del poder.

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Los cambios políticos y sociales no parten de cero o se dan en un vacío, son más bien el resultado de transformaciones y confrontaciones dialécticas donde unas estructuras van cediendo, desapareciendo o cambiando para dar paso a otras. Así como es plausible asumir que dentro de las podridas fuerzas armadas chavistas hoy exista la materia para transformarse en algo distinto de la misma forma podemos asumir que en estos sindicatos corruptos y burócratas haya la materia para construir un sindicalismo de nuevo tipo, uno deslastrado de los partidos pero comprometido con los intereses de su clase y sobre todo con la recuperación de Venezuela.

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