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Pasó 17 días de cuarentena en un Punto de Atención Social Integral en la frontera colombo venezolana. Durmió en el piso, comió poco, cumplió régimen militar y estuvo expuesto al contagio con Covid-19, por no cumplirse en el refugio las normas de bioseguridad. Juan José Bermúdez, relató su historia y aseguró que solo se quedará en Venezuela, si “el milagro” del cambio político surge

Por Rosalinda Hernández C.

El episodio más tormentoso en la vida de Juan José Bermúdez, venezolano de 27 años que ingresó al país a través del puente internacional Simón Bolívar, ha sido permanecer 17 días recluido en un Punto de Asistencia Social Integral (PASI), en la frontera colombo venezolana.

El connacional que retornó al país procedente de Bogotá, Colombia, el pasado 20 de mayo, sabía que al llegar a Venezuela, debía cumplir una cuarentena obligatoria pero nunca se imaginó lo que le esperaba, reveló a Frontera Viva.

“Venia psicológicamente preparado pero nunca me imaginé que era tan inhumano el trato que recibiría. Tampoco pensé que tendría que estar por tantos días con muchas personas juntas sin saber quién está contagiado y quienes no”.

Los días transcurridos en el refugio fueron difíciles y complicados. Empezando por la alimentación que es repartida a deshoras o a veces simplemente no hay y la gente que puede hacerlo se ve obligada a comprarla en la calle, precisó.

Trabajó en un call center de la capital colombiana desde el año pasado. La crisis generada por el coronavirus, obligó a la empresa a  reducir las labores y con ello a prescindir del contrato del joven que desempleado se vio obligado a regresar.

Es la misma situación de la mayoría de los venezolanos que han retornado, no solo de Colombia, también los que llegan de Ecuador y Perú.

Juan José dijo a Frontera Viva que no viajó con todas sus pertenencias. “He dejado algunas cosas en Colombia porque cuando todo esto pase me regreso a seguir trabajando allá”.

La esperanza de quedarse en Venezuela, la aniquiló la estadía en el refugio fronterizo.

“Si aquí (Venezuela) cambian las cosas, no me voy, me quedó. Uno espera que ocurra un milagro. Quisiera que Estados Unidos, ayudara a los venezolanos a salir de esto. Con nosotros solos lo veo muy difícil”.

El caos reina

A pesar que el PASI, en donde Juan José estuvo lo administran militares de la Guardia Nacional y funcionarios civiles que monitorean a los retornados las 24 horas del día. El caos y la anarquía imperan en el lugar, destacó el venezolano.

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Quienes están sanos pueden contagiarse porque no existe un control para mantener alejados a unos de los otros.

El desorden que existe a la hora de entregar los resultados de las pruebas PCR, que determinan la existencia del Covid-19, perjudica a todos.

A David, un compañero de Juan José en el refugio lo nombraron dentro del grupo de personas que salen negativas a la prueba PCR.

El muchacho celebró no estar contagiado, se reunió con las personas del refugio para comentar los resultados. Llamó a la familia y les contó que había salido negativo al coronavirus.

Al día siguiente, cerca del mediodía llegó la oficial de la Guardia Nacional, encargada de dar los resultados a quienes habían salido positivos a la misma prueba (PCR), y para sorpresa de David, su nombre también estaba allí.

“Lo buscaron entre la multitud, le dijeron que era positivo al Covid-19 y fue trasladado a la escuela José Gregorio Hernández de San Antonio. Allí concentran a todos los contagiados”.

Nunca se entendió cómo en la noche salió negativo al Covid-19 pero al día siguiente en la mañana ya el resultado era positivo, relató Juan José con notable sorpresa.

Lamentablemente, las personas sanas van a terminar contagiándose porque conviven con quienes tienen el virus, relató el venezolano que ya se encuentra fuera del refugio.

Lo inhumano

Quienes ingresan a los Puntos de Asistencia Social Integral de la frontera, inician una carrera de supervivencia en la que se avanza cada día con mayores retos.

Entran corriendo al lugar para tener la “suerte” de alcanzar a tomar una colchoneta para dormir, quienes no lo logran, les toca dormir en el piso o sobre algunos cartones, relató Juan José.

A la gente no la clasifican. Todos están juntos durmiendo en un mismo lugar: hombres, mujeres y niños. 

Aunque aseguró que en el refugio no es mucho lo que se duerme, no hay descanso “se debe estar con los ojos siempre abiertos para que no se pierda nada, porque roban”.

Los llantos de los niños más pequeños no cesan. Seguramente es por hambre, hay muchos en el lugar, sobre todo los que aun dependen de los brazos de mamá, narró el joven.

Ada y Simón, una pareja de sexagenarios que llegaron de Colombia, ingresaron al PASI, ubicado en el Terminal de pasajeros de la población de San Antonio y uno de los encargados del lugar por tratarse de personas de avanzada edad, le asignó una litera para que durmieran allí durante la cuarentena.

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La oficial de la Guardia Nacional (capitán) encargada del área médica del PASI, al percatarse de la situación ingresó al lugar gritando y los sacó de la cama, relató Juan José, con tristeza.

“Ella entró diciendo que era quien mandaba en ese lugar. Que ella decidía quién dormía en las camas. Bajó a los abuelos a dormir en el piso. Ahora duermen en el piso, no tienen más opción”.

Los adultos mayores esperan ser sacados del punto de asistencia, después de cumplir 19 días de estadía en El Terminal, aún no los envían a Valencia, donde los espera la familia.

En San Antonio, ha llovido, los colchones se mojaron, huelen mal. La gente también se mojó, la ropa y el equipaje que traen. “Es inhumano todo lo que ahí se vive”, señaló.

El tiempo estimado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para cumplir la cuarentena es de 14 días. En los PASI de la frontera hay quienes superan los 20 días de confinamiento obligatorio.

Sin dinero es peor

Quienes cruzaron la frontera con un poco de dinero ahorrado han visto esfumarse sus pocas monedas junto a la esperanza de poderlo compartir con la familia.

Ante las carencias han tenido que comprar comida en las afueras de los PASI para alimentarse mejor.

No traer dinero encima conlleva a pasar la peor parte: estar a expensas de lo que repartan en el lugar, que no es mucho, aseveró Bermúdez.

También se deben adquirir artículos de higiene personal en la calle y han denunciado que los kits de aseo personal que UNICEF junto a la Cruz Roja Internacional, entregaron a quienes administran los PASI para hacerlos llegar a todas las personas que ingresan, no los están dando.

“Se entregan kits de aseo personal  a discrecionalidad de la Guardia Nacional. Ellos deciden a quien se les da y a quienes no. Pero todos los necesitamos”, dijo Juan José.

Madrugar para agarrar un buen lugar en la cola para ir al baño es la dinámica diaria. Apenas tres minutos debe permanecer cada persona adentro y quien se exceda de ese tiempo es amonestado por lo militares.

“En el lugar es prácticamente un régimen militar lo que se lleva”.

Juan José salió ileso del PASI, negativo a la prueba del Covid-19 y retornó a su hogar pero con la firme convicción que al normalizarse la situación volverá a salir de Venezuela.

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