Sofos de Mileto
La Pandemia del COVID-19 convirtió al teletrabajo, de la noche a la mañana, en una herramienta de amplio uso. Este auge involuntario, que venía con un crecimiento sostenido, implica una serie de retos y desafíos tanto para las empresas y patronos, como para los propios trabajadores.
Desde hace algunas semanas, en muchos países del mundo se ha tenido que adoptar la práctica del teletrabajo, en múltiples casos en forma obligatoria, para no detener procesos o resultados y para no quedar sin empleo, uno de los efectos más graves desde el punto social que ha tenido esta tragedia mundial. Si bien el teletrabajo se viene analizando desde hace ya muchos años, y se ha incrementado significativamente su uso, sobretodo en cierto sectores de industria, su práctica en los últimas meses es algo totalmente nuevo para muchos, ya que llegó para transformase en una modalidad de trabajo y producción.
Antes de iniciarse la pandemia ya se hablaba mucho sobre las consecuencias de la tecnología para el futuro del empleo. El mensaje era claro: el futuro del trabajo no está predeterminado, nos corresponde a nosotros moldearlo. Un reciente estudio, The 2020 State of Remote Work, realizado por Buffer y AngelList, muestra que el 98% quiere seguir con la modalidad de teletrabjo el resto de su carrera.
Desafíos del teletrabajo ante el COVID-19.
La Escuela de Administración y Dirección de Empresas Sloan del Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT, realizó un análisis de los principales desafíos que representa el teletrabajo, y lo centra en tres áreas:
1.- Poco ancho de banda para el desarrollo adecuado de las actividades del teletrabajo.
2.- Aumento de la cantidad de reuniones innecesarias y,
3.- Pérdida de lo que se llama intercambio pasivo de conocimientos que se da en el contacto presencial.
Al analizar la evolución futura del trabajo y la explicación de cómo el COVID-19 puede cambiar nuestra vida laboral, los expertos se pregunten si tenemos ante nosotros una revolución que podría repercutir en un tiempo inmediato en los trabajadores o, al menos, en el de aquellas personas cuyo trabajo no requiere estar ligado a una ubicación física concreta. Ya que muchos países, empresas y trabajadores optaron por trabajar a distancia para contener la transmisión de la COVID-19, ese futuro ha llegado antes de lo previsto, cambiando radicalmente nuestra forma de trabajar. Las reuniones virtuales se han transformado en algo común y ha aumentado la actividad económica en una amplia gama de plataformas digitales.
Conforme se levantan las restricciones, la pregunta que está en la mente de todos es si esta forma de trabajar se convertirá en la “nueva normalidad”. Algunas de las grandes empresas en las economías desarrolladas ya han dicho que lo que era un gran proyecto piloto sin un plan específico, el teletrabajo, se convertirá en la forma habitual de organizar el mercado laboral. La vuelta al trabajo de los empleados no implicará que tengan que desplazarse, a menos que decidan lo contrario.
Indudablemente que aquí entra en consideración un aspecto primordial como es la dedicación del trabajador con la empresa. Pueden haber teletrabajadores a tiempo parcial: aquellos que realizan con alguna periodicidad funciones laborales fuera de la base de operaciones establecida; y pueden haber teletrabajadores a tiempo completo: aquellos que realizan con mayor frecuencia la mayoría de las funciones laborales fuera de la base de operaciones establecida.
La idea de que ha llegado el fin de la oficina es ciertamente exagerada. La Organización Internacional del Trabajo estima que el 27% de los trabajadores en los países de altos ingresos podrían teletrabajar desde su casa. Esto no significa necesariamente que seguirán trabajando a distancia.
La interrogante que se plantea, para los empleadores y los trabajadores, es cómo adaptar las prácticas de trabajo y aprovechar los beneficios que genera el teletrabajo sin perder el valor social y económico del espacio físico de empleo.
Cuando se aplaude las innovaciones en la gestión laboral que han permitido la continuidad de las empresas durante esta crisis sanitaria, no hay que olvidar que muchas personas han perdido sus empleos o que, debido a los efectos de la pandemia en algunas industrias, muchas empresas han quebrado. Una cuestión clave para las personas que regresen a su lugar de trabajo será la calidad de éste, en concreto que los empleos sean seguros y saludables.
Sin embargo, se coloca en el tapete cuando el trabajo no está ligado a un lugar, sino en el cual se realiza una actividad concreta para obtener ingresos, como repartidores de alimentos y transportistas. La pandemia ha revelado la falsa dicotomía entre la flexibilidad laboral y la garantía de ingresos. Estos trabajadores pueden carecer o tener un acceso inadecuado a los planes de seguro por enfermedad y a los beneficios que otorga el auxilio por desempleo.
La Organización Internacional del Trabajo calcula que los ingresos de los casi 1600 millones de trabajadores de la economía informal disminuyeron un 60% durante el primer mes de la crisis pandémica. Estos trabajadores no pueden trabajar a distancia y se enfrentan a la horrible elección de arriesgar su vida o quedar sin sus medios de subsistencia. Algunos países han adoptado medidas para apuntalar estos ingresos básicos y, al mismo tiempo, garantizar la higiene y los equipos de protección personal adecuados para los empleados y clientes, las empresas y los trabajadores de los sectores no regulados o informales.
A medida que las empresas empiezan a evaluar la eficacia de cambiar al trabajo a distancia y la posibilidad de solucionar los problemas de seguridad de sus datos, y si disponen de la infraestructura necesaria, para los países en desarrollo pueden surgir nuevas oportunidades en el sector de servicios.
No obstante, en actividades como el desarrollo de programas informáticos y la prestación de servicios a los sectores financieros, las oportunidades de reubicación pueden ir acompañadas de la reconversión de otros puestos de trabajo a medida que las empresas intentan mejorar la gestión de los inventarios y la capacidad de las redes de suministro.
Esta situación repercutirá a más largo plazo en el empleo de las economías en desarrollo y emergentes. El problema es que, como tomará tiempo el desarrollo de los sectores de servicios que se apuntalen o surjan, se haga sentir de inmediato el impacto negativo del aumento del desempleo. Las desigualdades en la capacidad de preparación digital pueden frenar aún más a los países a la hora de aprovechar estas oportunidades.
Ventajas e inconvenientes del teletrabajo.
El teletrabajo ha permitido seguir operando y garantizando la salud y la seguridad de sus empleados a muchas empresas. Las personas que pueden trabajar a distancia durante la crisis sanitaria tienen la oportunidad de compartir las comidas con sus familias. El trabajo se ha orientado hacia el ser humano acomodando la educación en el hogar y el cuidado de niños y ancianos. Sin embargo, para estas personas se han desdibujado las líneas entre su jornada laboral y su tiempo libre, causando un aumento de estrés y la posibilidad de riesgos para la salud mental.
Ante la grave recesión económica generada por la pandemia y el aumento de las cifras de desempleo, se presentan oportunidades para aprovechar los cambios en la organización del trabajo a fin de diseñar nuevos planes de empleo compartido que permitan la flexibilidad y salven los puestos de trabajo. Esto puede suponer semanas laborales más cortas o acuerdos de trabajo compartido para evitar despidos en periodos de escasez, al tiempo que se reestructuran los acuerdos sobre el horario de trabajo que logren un mejor equilibrio a largo plazo entre la vida laboral y la vida privada.
La transformación digital del trabajo y la posibilidad de teletrabajar también se ha visto acompañada de otros beneficios. Por ejemplo, conforme a sus circunstancias, ofrece la posibilidad de extender la vida laboral a los trabajadores de más edad y experimentados y brinda oportunidades de trabajo a los del medio rural.
Otros beneficios reportados es que se muestran grandes ahorros para las empresas e instituciones en diferentes ámbitos, tales como transporte, espacio físico, electricidad, ausentismo y productividad. Si se enfoca en la persona, además se producen otros provechos asociados a salud, calidad de vida, tiempo libre y costos de desplazamiento.
Sin embargo, para otra gran cantidad de trabajadores se agravó su sensación de aislamiento y la pérdida de su identidad y objetivos. El reconocimiento social del trabajo y la importancia y pertenencia que se deriva de él no pueden cambiarse por los salones virtuales, por muy informal que sea la indumentaria mientras se conecta.
Por otra parte, aunque la pandemia puede representar un punto de inflexión para la transformación digital del lugar de trabajo, también ha revelado profundas deficiencias. Las personas ubicadas en los tramos de ingresos más altos son los que tienen más probabilidades de elegir trabajar a distancia, mientras que los que están en los segmentos más bajos carecen de esa posibilidad; tendrán que desplazarse a diario y es más probable que, como resultado de ello, tengan menos capacidad de gestionar su tiempo.
A medida que el trabajo digital y en línea se conviertan en la “nueva realidad”, es probable que de cara al futuro aumente la demanda de trabajadores calificados a la par que sus salarios. Se valorarán más que antes las aportaciones de los profesionales de la salud y otros trabajadores como los maestros y el personal de las tiendas de alimentos. Sin embargo, también es probable que muchos trabajadores con sueldos bajos y cuyos salarios se estancaron debido a la pérdida de poder de los sindicatos y el cambio de situación laboral, vean una mayor erosión de sus ingresos a medida que aumenten las listas de desempleados.
Históricamente, las crisis económicas, las pandemias y las guerras han agudizado las desigualdades. La pregunta que queda por responder es si se trata de un cambio tectónico ligado a la creciente inestabilidad política y social, o de una crisis que lleve a consolidar los cimientos de unas sociedades justas ligadas a los principios de solidaridad y de toma de decisiones democráticas que impulsan a las sociedades, los mercados laborales y los lugares de trabajo hacia una mayor igualdad.
Múltiples dimensiones del teletrabajo.
El teletrabajo posee diversas características que son necesarias considerar.
1.- Marco Legal y Normativo.
Muchos países no cuentan con una normativa específica o bien tienen un marco regulatorio en esta materia bastante pobre. Otros países han tenido en pocas semanas que poner al día y establecer un conjunto de reglas legales para regular esta modalidad, advirtiéndose que las modificaciones legales se quedaron cortas.
La impresión que da es que están concebidas desde el paradigma tradicional, es decir, algo rígido y como si esto fuera un derivado de la modalidad actual y no una nueva forma de realizar actividades laborales y de producción. El teletrabajo no sólo es trabajo a distancia. En su espíritu debe tener mayores grados de flexibilidad y autonomía.
La empresa debe capacitar a los trabajadores en medidas de seguridad y salud, pero esto es más bien deficiente porque, en primer lugar, no se hace cargo de los accidentes laborales del teletrabajo (¿Qué considera la ley en esta modalidad como accidentes laborales y cuáles no?), y en segundo término algunas legislaciones no obligan a otro tipo de capacitaciones como la gestión del tiempo, el uso adecuado de las tecnologías de información, el derecho a la conciliación entre el trabajo y la familia. Esto para no hacer referencia al tema de la salud ocupacional, en el entorno del trabajo virtual, lo cual es muy amplio. Algunas normas tampoco obligan a las instituciones o empresas a evaluar el teletrabajo y con esto no se está haciendo cargo de que no todas las personas pueden teletrabajar. Otra deuda pendiente es clarificar en la ley las modalidades de la prestación de servicio, es decir, si se está en presencia de un contrato de trabajo a tiempo determinado o indeterminado, por obra determinada o la figura es un contrato de honorarios. No hay incentivos al teletrabajo, que puedan incluir no solamente bonificaciones por producción, sino igualmente asistencia para alimentación, reposición de tecnología, entre otros.
En Venezuela el marco normativo del teletrabajo se encuentra en pañales. Hay que comenzar por revisar el Artículo 33, numeral 1, de la Ley del Estatuto de la Función Pública, que le establece a los funcionarios del sector público la obligación de prestar sus servicios personalmente. Igual examen habrá que hacer tanto del Artículo 79 de la Ley Orgánica del Trabajo, Los Trabajadores y Las Trabajadoras que dispone como causa justificada de despido el abandono de trabajo, entendido, entre otras posibilidades, como “la salida intempestiva e injustificada del trabajador o trabajadora durante las horas laborales del sitio de trabajo, sin permiso del trabajo del patrono o de la patrona o de quien éste represente”, como los Artículos 167 ejusdem que regulan la jornada de trabajo.
2.- Infraestructura recomendada.
Para el buen desarrollo de la modalidad de teletrabajo se recomiendan tres condiciones centrales: a) espacio de trabajo dedicado a ello; si bien esto no le es indispensable, no considerarlo puede afectar a la concentración y productividad; b) conectividad razonable y banda ancha apropiada según los compromisos de trabajo; y c) un dispositivo adecuado, pues no basta con un celular.
Recientemente la empresa de estudios de mercado Criteria, en su informe Agenda Ciudadana de marzo de este año, mostró que para efectos del Teletrabajo, sólo el 36% de los encuestados contaba, con esos elementos, esto es, computador, más espacio adecuado, más conectividad. Si bien hay dos de ellos indispensables, dispositivo y conectividad, los tres generan un mejor ambiente para tele-trabajar.
3.- Herramientas Tecnológicas.
Desde un punto de vista de las herramientas tecnológicas necesarias para teletrabajar, hay que tomar en cuenta factores como reuniones, coordinación de actividades, gestión de tareas y actividades, gestión de archivos y documentos.
Las reuniones a distancia, para su desarrollo deben contar con herramientas de video conferencia, entre las que se pueden mencionar Zoom, Skype, Teams, Hangout, Webex y WhatsApp.
No menos importante es la labor de coordinación de actividades y tareas, y en este ámbito existen múltiples herramientas tales como calendarios compartidos y gestores de actividades específicas, entre ellos Trello y Slack.
La Ofimática debe apoyarse en herramientas colaborativas tales como Office y Google Docs.
Y para la gestión de archivos hay múltiples tareas, desde la generación colectiva de documentos usando herramientas tales como Google Docs, hasta el almacenamiento compartido en Dropbox, Google Drive o iCloud.
Si bien algunas de estas pueden ser utilizadas en su modalidad gratuita, es muy probable que una modalidad de teletrabajo más intensivo requiera las versiones pagadas o “premium”, por lo que se debe evaluar su impacto económico.
Otro elemento a tener en consideración en el uso de estas herramientas es la toma precauciones mínimas de seguridad (uso de claves robustas, actualización de las aplicaciones y redes con acceso restringido)
4.- Cultura y buenas prácticas.
Un elemento que es fundamental a la hora de analizar las prácticas de teletrabajo son las vinculadas a la cultura y buenas prácticas, las que incluyen horarios, protocolos, espacio, diseño de interacciones (reuniones a distancia) y aspectos de seguridad que deben ser abordados. Algunas de las recomendaciones que hacen expertos en el tema son:
a) Contar con un espacio dedicado al teletrabajo; b) Definir horarios de inicio y término; c) Establecer acuerdos básicos con la familia y otras personas en la casa; d) Preocuparse del estado físico y hacer pausas durante el día; y e) Comunicar la modalidad en que se teletrabaja a los interesados, como personal de la empresa, clientes, pares y relacionados.
Como conclusión, la crisis del Covid-19, para mantener el tejido productivo, ha enviado por la fuerza a casi todos los empleados a sus domicilios. Todo esto en muchos países proclives a la presencialidad laboral. Ante ello, el teletrabajo ha abierto una nueva realidad, con consecuencias dispares, que nos toca afrontar a todos por igual y a una velocidad no apta para rezagados.