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Imagen tomada de Internet.

Aunque es solo uno de sus pilares y su realización no es suficiente para que la democracia exista, queda claro que sin elecciones no hay democracia. Pero si las elecciones no son libres, el árbitro electoral no es neutral, los partidos opositores están perseguidos y sus líderes encarcelados o en el exilio, el partido de gobierno ejerce ventajismo utilizando en las campañas el aparato de Estado, y no se permite la observación internacional, es igual a que no existieran elecciones. Es decir, no son elecciones democráticas. Son un simulacro.

Eso es lo que quedó absolutamente claro en las elecciones en las que Nicolás Maduro resultó electo para un segundo período. Y lo que acaba de quedar más que claro con el proceso que ha conducido a la renuncia de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia. 

En ambos casos la comunidad democrática internacional de manera mayoritaria ha desconocido los resultados de unas elecciones que en el caso de Venezuela eran fraudulentas desde el momento mismo de su convocatoria. Y en el de Bolivia, se fueron haciendo fraudulentas en el momento del conteo de los votos. 

Y aunque el resultado ha terminado siendo el mismo, se trata de dos procesos electorales hechos en condiciones muy diferentes. Lo que explica por qué Morales tuvo que renunciar y, en cambio, Maduro sigue en el poder teniendo, como lo dicen todas las mediciones de opinión, al 85% de la población en su contra. 

Una de las grandes diferencias es, primero, que el gobierno de facto venezolano no permite la observación internacional. En consecuencia los resultados ofrecidos por el árbitro electoral, en un país donde el Tribunal Supremo de Justicia es un aparato bajo las órdenes del Ejecutivo, son inapelables. No hay duda posible. En Bolivia las elecciones tenían observación internacional y el propio Evo Morales, antes de renunciar, había aceptado el dictamen de fraude hecho por la Comisión Especial de la OEA y decidido convocar a nuevas elecciones. 

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La segunda razón es que los partidos y dirigentes políticos opositores pudieron participar libremente en las elecciones bolivianas. No hay, como en Venezuela, partidos ni candidatos inhabilitados lo que les permite aprovechar al máximo sus posibilidades para derrotar al candidato oficialista.

La tercera razón, por la cual Evo Morales y el gobierno del MAS no pudieron reprimir las movilizaciones de protesta, que ocurrían especialmente en las grandes ciudades, estriba en el hecho de que el ejército y las policías bolivianas no han sido convertidas en guardia pretoriana al servicio del partido de gobierno, ni sus altos mandos están amordazados por la corrupción y el narcotráfico como sí ocurre en Venezuela. En consecuencia, el alto mando militar boliviano no solo se negó a reprimir sino que le “recomendó” a Morales que renunciara para impedir una crisis mayor.

Y la cuarta razón que aceleró la crisis es que el árbitro electoral se fracturó. Apenas se suspendió la transmisión de resultados y el conteo de votos, el vicepresidente de Tribunal Supremo  Electoral (TSE) , Antonio Costas, presentó su renuncia denunciando 

a la decisión de la Sala Plena de suspender la publicación de los resultados del Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares Electorales (TREP).

En el Boletín número 30 del Observatorio Electoral Venezolano, una oenegé que se ha dedicado a hacer seguimiento a todas las violaciones, ilegalidades y prácticas fraudulentas del poder lectoral venezolano, bajo el título “5 razones que desmoronan el sistema electoral boliviano”, se ofrece un informe detallado de las razones que impidieron a los equipos auditores validar la victoria en primera vuelta que se atribuía a Evo Morales. 

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Y en realidad es un asunto vergonzoso. Lo que hicieron los funcionarios al servicio del ex Presidente Morales, hoy en su mayoría detenidos con los cargos de ilícitos electorales, es una acto de deshonestidad, bajeza moral y falta de escrúpulos que ojalá y sea castigado severamente por la justicia boliviana. 

Actas con alteraciones y firmas falsificadas, resultados de mesas con más votos que el total de los electores inscritos, una clara manipulación de los programas informáticos de transmisión de datos y de los resultados en los últimos momentos del conteo son el testimonio de un acto desesperado por quedarse en el poder violando grotescamente la voluntad de los electores. Un descaro que mancha y ofende la democracia boliviana y degrada, para siempre, la presencia política de Evo Morales.

Por todas estas razones, los venezolanos de la resistencia democrática no podemos volver a participar en unas elecciones que repitan todos los vicios de las convocadas por el CNE de esa delincuente electoral llamada Tibisay Lucena, en mayo de 2018. No habrá democracia hasta que no exista un nuevo árbitro electoral nombrado por la Asamblea Nacional legítima, se realicen elecciones libres, sin dirigentes políticos presos o en el exilio, partidos inhabilitados, ni todo el aparato mediático y de Estado puesto al servicio del candidato oficialista.

No basta con hacer elecciones para que haya democracia. Solo hay democracia si hay elecciones democráticas, libres, equitativas y con observación internacional neutral. Asistir sin esas condiciones es sencillamente ayudar al gobierno a mantener la máscara democrática que oculta el rostro verdadero: el totalitario.

Por Tulio Hernández.

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