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En cuatro años de exilio, el joven sudanés Mashou había aceptado todo: la violencia, la calle, el hambre. Pero ya no soporta más el “infierno” que vive en Calais, en el norte de Francia, las evacuaciones de la policía o la frontera muy vigilada hacia Inglaterra.

Por esa razón, cuando en diciembre funcionarios estatales vinieron a la costa de Calais para proponer “retornos voluntarios”, Mashou se acercó a ellos y les dijo: “Quiero volver”.

En esta región del norte de Francia, donde afluyen los inmigrantes que buscan alcanzar Reino Unido, los agentes de la Oficina Francesa de Inmigración e Integración (OFII) están sacando la chequera para promover esta alternativa más barata a la deportación y también más eficaz (Francia sólo logra hacer cumplir el 13% de sus decisiones de deportación).

El principio es simple: el Estado ofrece un vuelo de regreso y 1.850 euros (unos 2.250 dólares) a cualquier extranjero que quiera irse de Francia voluntariamente después de haber pasado seis meses en el territorio, ya sea que esté en situación irregular o que no haya obtenido el asilo.

“Les ofrecemos la posibilidad de volver a casa”, dice Pierre-André Henot, uno de los agentes, a un grupo de migrantes dispersos en una rotonda durante una distribución de alimentos. En respuesta, sonrisas tímidas, y sobre todo un montón de “no” con la cabeza.

“Recibimos rechazos todo el día”, admite Henot.

La palabra más importante sobre estos retornos voluntarios es “voluntario””, añade, refiriéndose sin embargo a una “forma de urgencia con respecto a los peligrosos cruces del Canal de la Mancha” que han aumentado desde hace un año.

“Ya basta”

Mashou tiene 20 años, pero parece tener 15 más. Hace unas semanas, estuvo a punto de alcanzar su sueño. El barco en el que iba logró alcanzar las costas inglesas, pero fue interceptado por la marina francesa, que lo llevó de vuelta al punto de partida.

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“No es que quiera volver, pero no puedo soportarlo más. He perdido la esperanza. Han pasado cuatro años desde que dejé Sudán y no ha pasado nada bueno”, dice a la AFP.

Padeció torturas en Libia, cruzó el Mediterráneo en una pequeña embarcación, pero Calais “es demasiado”. “La policía cada día nos quita las tiendas de campaña, nos controla, llevo dos años intentando cruzar. Ya basta”.

“Hay quienes están en un callejón sin salida, quienes están cansados, quienes quieren reunirse con sus familias, quienes huyen de una red a la que no podrán pagar”, dice Larbi Belmir, director de la OFII en el norte de Francia, donde 144 extranjeros, en su mayoría iraquíes, salieron de Francia por este procedimiento en 2020.

Con el retorno voluntario, además de los 1.850 euros, también pueden recibir una ayuda de hasta 3.500 euros para financiar un proyecto en su país de origen. 

Ali Khan, un afgano de 32 años, solicitó este monto para abrir una tienda de comestibles en su provincia natal de Paktiyâ.

Para él también, 21 meses de exilio se derrumbaron en Calais. 

“He intentado todas las noches cruzar a Inglaterra, pero no es una vida. Con todo el cansancio acumulado, me dije que era mejor volver”, explica, un poco “avergonzado”, en la habitación donde vino a dejar sus huellas dactilares y a firmar los papeles.

 “¡No vayan!”

“Va a ser un nuevo comienzo”, espera su compatriota Matin, de 41 años, que quiere hacerse cargo de una granja de ovejas cerca de Kabul.

El dinero prometido fue “muy importante” en su decisión, admite. Pero los riesgos cada vez mayores en el cruce a Inglaterra fueron la verdadera fuerza motriz de su decisión. “Mucha gente piensa que nuestras vidas no valen nada. Pero sí. Prefiero volver a una vida más simple. Y a cualquiera que me pida un consejo, le diré: “Por favor, no vayan”.

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Si bien la pandemia del nuevo coronavirus ha reducido a la mitad el número de regresos voluntarios este año (4.000 en Francia, frente a 8.700 en 2019), debido al cierre de las fronteras, los candidatos siguen llegando.

En la región de Calais, el único centro de 83 plazas donde se aloja a los migrantes que esperan su vuelo está siempre lleno.

“A fuerza de esperar, algunos terminan yéndose”, dice Larbi Belmir. “Algunos quizás ya cruzaron a Inglaterra”.

Información de Panorama

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