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La bella ciudad de Pamplona, Colombia.

 Por Leonor Peña

La primera palabra que nos llega desde nuestro corazón venezolano  al nombrar a Pamplona, es GRACIAS. Agradecer es nuestro sentir, agradecer  a esta ciudad   que nos ha permitido en medio del éxodo que desangra a Venezuela, hacer una tregua para tomar aliento y continuar el camino.  Agradecer la bondad solidaria de esta ciudad que desde un principio se volcó generosamente a ayudar a los desamparados caminantes venezolanos.

La comprensión pamplonesa, nos ha permitido conformar la  plataforma de organización de Venezolanos en Pamplona,  para cumplir como voluntariado, la tarea que concretamos cada día a favor de nuestros paisanos  emigrantes venidos de todas las provincias de Venezuela,  transitando los caminos de esta frontera del Táchira y Norte de Santander, para huir de la  peor de las violencias:   la violencia del hambre y la pobreza.

Es necesario subrayar que la solidaridad  que hemos logrado convocar en Pamplona, es un hecho conmovedor.  La vida nos ha dado el regalo de conocer en esta ciudad hospitalaria, a su gente comprensiva para permitirnos  vivir y  revivir, tomar aliento y mitigar  el dolor de presenciar esta tragedia, este deslave que desangra, que destruye a nuestra Venezuela y que nos hiere tan hondo.

Pamplona nos ha recibido con generosa compasión.  Cuando se cuente la historia del dramático éxodo que nos agobia, y que nos hace trabajar con disciplina para socorrer a los más desamparados caminantes que cruzan  esta frontera del Táchira y Norte de Santander, Pamplona tendrá que ser señalada como la ciudad de la tregua compasiva, porque la diáspora de caminantes que transitan a pie las carreteras de Colombia   huyendo de la hambruna, encuentra aquí un amable alto en el camino.  La historia, compañera del tiempo que todo lo ubica en su justa dimensión, dirá que el paso del éxodo venezolano por esta encrucijada de caminos que es la cordillerana Pamplona, encontró comprensión y caridad, recibió auxilio gracias al corazón  de su gente, ratificando nexos ancestrales  que hacen de Pamplona la ciudad más venezolana de Colombia. 

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A nosotros los tachirenses no nos es extraño,  Pamplona es nuestra madre patria, es la fundadora de San Cristóbal, capital del Táchira.  A Pamplona hemos venido siempre a estudiar en sus colegios, en su seminario, en su universidad.  Aquí aprendimos  a cumplir con la devoción en sus españolas fiestas religiosas; a disfrutar los climas de la gran cordillera  andina y  a apreciar su gastronomía y costumbres vacacionando en  sus  campestres casas y posadas.  

Estamos trabajando por Venezuela, y también por Pamplona, por ello hemos creado el  Programa de Revalorización del Patrimonio cultural gastronómico pamplonés, y fundamos el Círculo Gastronómico de Pamplona,  al tiempo que colaboramos en preservar el Páramo de Santurbán, con el  grupo ciudadano que bajo el lema  Pamplona es Santurban, lidera con acierto y valentía  la defensa de este patrimonio natural, del que también forma parte la cuenca de nuestros ríos, en especial el río Táchira.  Realizamos estas tareas con pamploneses de excepción, con personas extraordinarias que hoy considero mis amigos, mis protectores, mi familia elegida.

El trabajo voluntario a favor de nuestros paisanos, tiene ahora el apoyo de Finampyme Internacional, gracias a su Presidente Maximiliano Vásquez Ayesteran. Con Finampyme en  en convenio con el Museo José Antonio Anzoátegui, desde nuestra  oficina trabajamos  en  coordinar y diseñar estrategias con la sociedad civil pamplonesa, a favor de una migración productiva y asertiva. La Casa Anzóategui, que lleva el nombre del General venezolano, héroe de la independencia de Colombia, es nuestro espacio legítimo para ejecutar emprendimientos y colaborar en  hacer realidad las iniciativas laboriosas de los venezolanos en Pamplona. 

Seguimos con nuestro trabajo de calle,  con mayor disciplina, con más fuerza, con más fe en Venezuela,  buscando, contactando  a los más desamparados venezolanos, y creando redes ciudadanas, que de hecho existen, y nos  significan una gran fortaleza.  Redes con venezolanos que trabajan en Pamplona, con hijos de venezolanos, con colombianos retornados, con conocidos  y amigos, amigos pamploneses de gran vocación ciudadana, ilustrados, que lideran desde su ejemplo a esta sociedad, y que han comprendido la necesidad de auxilio que clama nuestro éxodo. 

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Hoy en Pamplona estamos aprendiendo una nueva lección desde el dolor del éxodo, la mejor de las lecciones: la lección de la hermandad.  Si para algo  nos va a servir este tiempo de dolorosa angustia, será para apreciar la lección de la caridad compasiva que nos brindan los pamploneses y reafirmar lo que siempre hemos sabido tachirenses y norte santandereanos:   que somos hermanos.

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