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El aventurero digital

Es una de las maravillas que el turista puede disfrutar donde se mezcla naturaleza, magia y esplendor selvático.

Se aterriza en el Aeropuerto Internacional Cataratas del Iguazú. La pista está rodeada de densa vegetación. Es que colinda con el Parque Nacional Iguazú, cuyo pulmón verde, que comparten Argentina y Brasil, abarca un área protegida de 62.620 hectáreas.

El parque abre a las 8 de la mañana. El viajero puede seguir tres circuitos para conocerlas. Es un conjunto de 275 saltos. En el circuito inferior, que se extiende a lo largo de unos 1.400 metros, se puede ver de cerca algunos de los saltos más impresionantes como Dos Hermanas y Bossetti. El paseo superior, de 1.750 metros, ofrece una perspectiva diferente desde la parte alta de las cataratas, como el salto San Martín. El tercer paseo, el más popular, es la Garganta del Diablo, a la que se puede llegar tomando el Tren Ecológico de la Selva o bien andando un kilómetro hasta llegar a la estación, desde donde hay que caminar por unas pasarelas situadas sobre el río Iguazú. En este último, se recorre un trayecto tranquilo hasta que se aproxima a la Garganta. Al asomarse, el turista verá un torrente de agua cayendo a unos 82 metros de altura y formando una neblina que le impedirá ver el fondo. Un abismo con forma de ‘u’ querrá inmortalizar en fotos una y otra vez porque pocas veces habrá visto algo igual.

La entrada por el lado brasileño cuesta: Adultos: 11,70 $; Mayores de 60 años: 3,40 $; y Niños de 2 a 11 años: 3,40 $.  Las Cataratas de Iguazú fueron declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 1874. Están ubicadas en una zona de bosque tropical, caracterizado por las frecuentes lluvias y la alta humedad del aire. El clima de la región es sub-tropical húmedo, y se divide en dos temporadas diferenciadas: la estación caliente y húmeda del verano de octubre a marzo, y la temporada de invierno.

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Los saltos están alimentados por el caudal del río Iguazú. Se pueden realizar paseos en lancha bajo los saltos y caminatas por senderos, apreciando algunos animales de la selva subtropical. El clima de las cascadas se clasifica como cálido y templado. La precipitación en las cascadas es significativa, con precipitaciones incluso durante el mes más seco. En las cascadas la temperatura media anual es de 9.9 °C.

El Parque es un refugio en el territorio nacional que alberga animales amenazados de extinción como el yaguareté o jaguar, el tapir, el ocelote, tiricas, el oso hormiguero, pavas de monte como la yacutinga, águilas selváticas y el yacaré overo, entre otras. Igualmente, hay una flora autóctona con más de 2000 especies: frondosos helechos, bromelias, orquídeas, palmeras y gigantescos árboles dan soporte a una gran variedad de enredaderas trepadoras, que proveen permanentemente de frutos que atraen a monos, coatíes, venados, tucanes, por nombrar solo algunos.

Si al viandante le gusta la adrenalina y quiere empaparse debajo de las cataratas, el paseo por el lado argentino es el Gran Aventura. Empieza con un recorrido en un vehículo todo terreno por el sendero Yacaratiá de 5,5 km, en el que uno de los guías cuenta los secretos de la flora y fauna. Después del paseo, se cambia el todo terreno por una lancha con la que se llega hasta las cataratas para estar lo más cerca posible de ellas. Los viajeros se meten debajo del salto San Martín para recibir un bautismo, en toda regla, del que sale totalmente empapado.

Si tiene la suerte de estar en los días que hay luna llena, el parque ofrece un paseo hasta la Garganta del Diablo para que vea “las cataratas a la luz de la luna.” Se suele hacer cinco noches al mes y cada una tiene tres salidas.

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Si el viaje se hace por el lado brasileño, enfrente del Gran Meliá Iguazú hay una parada que hace el transporte hasta la estación de autobuses de Puerto Iguazú, donde se tiene que tomar otro bus con el que se cruza la frontera para llegar al Parque Nacional do Iguaçu. Una vez en el parque nacional brasileño, las colas suelen ser un poco largas para subir al autobús que lleva desde la entrada hasta las primeras cascadas, y donde está el Hotel das Cataratas.

El circuito desde este lado es más corto, no requiere más de un día, ya que dos tercios de las cataratas se encuentran en el lado argentino. Pero las vistas son igual de impresionantes, ofreciendo una gran panorámica.

La caminata termina en el salto Floriano, donde las pasarelas acercan lo máximo posible a la Garganta del Diablo, que ya se vio desde arriba en el lado argentino pero que aquí se aprecia desde la parte de abajo, y donde el viandante se vuelve a mojar. El paseo se puede terminar subiendo al mirador Naipi, un ascensor de 27 metros con vistas a las cataratas.

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