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Ph.D. Tomás Páez @vozdeladiasporaven  @tomaspaez

La reconstrucción de Venezuela exigirá un sostenido e importante esfuerzo y la participación de todos los venezolanos, allí donde hoy se encuentren. El daño ocasionado a la sociedad venezolana ha sido severo y total. Será indispensable recuperar la CONFIANZA de y entre muy disímiles actores sociales y políticos, proceso que incluye y trasciende los próximos eventos electorales. Para lograr ese clima se necesitan argumentos más que insultos y prejuicios, comprender que la realidad, más fuerte y contundente que las ideologías, está caracterizada por el cambio incesante generador de incertidumbre, que imposibilita anticipar eventos y nuevas realidades. Será indispensable evitar el narcisismo político y esquivar rodearse de una cámara de ecos, que impide escuchar la voz de muchos, incluida la voz de la diáspora.

Uno de esos cambios de gran calado y profundas metamorfosis los produce la diáspora en movimiento. Ha convertido a la “venezolanidad” en un fenómeno global, o multiplicado los centenares de redes y conexiones transnacionales favoreciendo el surgimiento de oportunidades emergentes. El intercambio directo y sostenido de habilidades, competencias y experiencias, conforma espacios para la innovación y creación de “comunidades de conocimiento”. Las relaciones se establecen entre múltiples actores, con distintos tipos de vocaciones, recursos y fortalezas y diversos grados de formalización.

Desgraciadamente algunos consideran a la movilidad y la migración como una escogencia indeseable, casi como un hecho patológico. ¿Lo hacen por ignorancia, nacionalismo extremo o racismo identitario? Otros, basados en esa creencia, consideran el éxodo como una “escapada” temporal cuyo cierre es el retorno a la nación.

El Estado venezolano, a diferencia de aquellos estados de carácter nacional o subnacional que consideran y se ocupan de sus migrantes, se comporta, en palabras de Francesco Ragazzi, como un “Estado indiferente”. Yo agregaría “Estado Excluyente y Confiscador”.  Nos preguntamos ¿cuáles son los programas e iniciativas de los gobiernos subnacionales y las instituciones locales gestionados por partidos políticos diferentes al partido del gobierno nacional, para atender y relacionarse con sus ciudadanos allí donde hoy viven. No hacer esfuerzos por subsanar ese vacío es también una forma de desconocimiento y complicidad con el “Estado Indiferente”.

La migración representa más del 22% de la población venezolana. Ese porcentaje se hace más pronunciado y agudo en regiones específicas del país. Nos preguntamos: ¿Qué hacen los gobiernos, organizaciones e instituciones locales y regionales para construir datos oficiales de los ciudadanos migrantes en su localidad?, ¿Conocen los efectos del éxodo en áreas como la de los hijos y familiares “dejados atrás”, las modificaciones en la estructura poblacional de la localidad, su efecto sobre el presupuesto de los organismos de salud, educación, etc.?

En el mundo un buen número de gobiernos locales en ciudades y regiones, de organizaciones públicas y privadas no se conforman con llenar ese vacío de información, además establecen lazos y mecanismos a objeto de relacionarse con quienes han migrado. Lazos y mecanismos que evidencian la insuficiencia de la noción del Estado-Nación.

Iniciativas y políticas de carácter local y descentralizadas cuyo propósito es relacionarse con sus diásporas sin que, necesariamente, ello se transforme en un asunto de carácter nacional. Lo dicho no niega la importancia de la articulación entre las políticas migratorias nacionales o supranacionales con aquellas que llevan adelante los gobiernos locales. Subrayamos, si, la necesidad de diseñar e implementar políticas menos restrictivas y una gestión más flexible de los sistemas migratorios, que deben estar animadas con el propósito de maximizar los beneficios y aportes de toda migración en las localidades de origen y acogida.

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Los flujos migratorios ensanchan las fronteras de la ciudad y país de origen, amplía los límites y alcances de la diplomacia y construye una novedosa arquitectura de relaciones transnacionales. La gobernanza de esta dinámica realidad invita a gobiernos locales y regionales, gremios, empresas, instituciones, sociedad civil y partidos políticos, a mirar con nuevos conceptos y ojos el fenómeno migratorio. En el centro de esa estrategia se ubica la recuperación de las libertades y la democracia, a fin de hacer posible la participación de todos. En la médula de la salvaguarda de la democracia y las libertades está ese portentoso mecanismo de igualación: el voto, que es necesario defender todos los días.

Hay entre los defensores de la libertad y la democracia un comportamiento extraño ante el fenómeno migratorio. Enmudecen, se colocan de perfil o peor aún, frenan de manera abrupta la defensa de la movilidad humana valiéndose de argumentos que exaltan la limpieza étnica y la salvaguarda de presuntas identidades y culturas rocosas y “homogéneas”. Les recordamos revisar los planteamientos de Von Mises, los argumentos de J.F. Kennedy y R. Reagan y los extraordinarios resultados de esos inmensos laboratorios de migración que han sido Argentina, Brasil o Venezuela.

Gobiernos nacionales y regionales del planeta muestran distintas iniciativas y formas de gestionar los vínculos con sus diásporas, a quienes consideran como sus ciudadanos. Comprenden y asumen como punto de partida la relación entre diáspora y desarrollo, entienden que la diáspora envía remesas, actúa como inversionista y es un activo para el progreso de la comunidad de origen, saben, además, que comparten costumbres con sus connacionales del país de origen y por todo ello merecen reconocimiento y la puesta en marcha de políticas específicas.

El proceso migratorio se origina y cristaliza en localidades y regiones y por esa razón las instituciones regionales y gobiernos subnacionales se ven en la obligación de actuar, no pueden esperar las decisiones del gobierno central. Diseñan y ejecutan políticas muy variadas cuyo alcance, énfasis y efectos son desiguales. Algunas de esas políticas incluyen a los descendientes de la diáspora: nietos y bisnietos, a quienes hacen suyos y les reconocen sus respectivos derechos y obligaciones.

La experiencia internacional de los gobiernos regionales relacionándose con sus connacionales en el exterior, brinda una oportunidad única de aprendizaje a sus homólogos en Venezuela; enfoques y perspectivas, características, instrumentos y medios de articulación utilizados. La relación entre Estados y migrantes, apunta Alan Gamlen, no deben ser vistas como anormales y, en ese sentido, propone una distinción entre las políticas dirigidas a crear mecanismos para la construcción de diásporas, que incluye su reconocimiento y el cultivo de vínculos y los mecanismos de integración de la diáspora, centrados en garantizar derechos y obligaciones.

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Algunos se preguntan si en las presentes circunstancias es posible o tiene algún sentido desarrollar políticas de articulación de los gobiernos, organizaciones e instituciones locales con sus migrantes. La respuesta no puede ser la parálisis o la espera de un cambio de rumbo, más bien cómo aprovechar el compromiso y disposición de ésta para promover la recuperación de la democracia a través de múltiples y variados caminos y esfuerzos.

En localidades y ciudades de acogida los migrantes se organizan con el propósito de atender a familiares y amigos en la comunidad de origen, prestar ayuda humanitaria y favorecer la inserción de los recién llegados, defender los derechos humanos y preservar el sentido de pertenencia a la comunidad de origen, los valores y costumbres locales que transmiten a sus descendientes. La diáspora es un extraordinario activo, una formidable reserva internacional que está ahí, pero como apunta y reconoce Kingsley Aikins, “hay que trabajarla en todos los campos”

Los esfuerzos realizados por los gobiernos regionales, a fin de relacionarse con sus migrantes, ha sido innovador y diverso, sustentado en un intenso proceso de colaboración. India, Canarias o Galicia, por ejemplo, han reconocido y aprobado leyes con el fin de reforzar los vínculos con las asociaciones y comunidades residentes en la nueva geografía. Se han conectado a federaciones de inversionistas, a asociaciones culturales, promovido redes de solidaridad recogiendo recursos para sus connacionales en el país o región de acogida, construyendo vínculos laborales y empresariales o con políticas como la creación de ventanillas únicos para atender a quienes han retornado.

Los gobiernos e instituciones locales abrazaron aquellas organizaciones asentadas fuera del territorio y del “mapa conocido” a fin de mantener los lazos culturales y sociales con sus diásporas. Favorecieron su participación en la vida social y cultural y también en la política y electoral. En un creciente número de países y regiones, se han desarrollado diversos mecanismos para garantizar el derecho a votar y ser elegido de sus compatriotas residiendo en el exterior.

Los gobiernos locales y regionales de Venezuela tienen ante sí un enorme desafío de construir vínculos y conectarse con los más de 7 millones de venezolanos que han migrado. En primer lugar, reconocer su existencia, sus efectos en la región de origen y su distribución en ciudades del planeta. En segundo lugar, usar la “guía” o “manual” que estamos perfilando con el objeto de apoyar a los gobiernos subnacionales interesados en relacionarse con sus diásporas. En ella incluimos una serie de preguntas orientadoras. A manera de ejemplo: ¿Quiénes integran “mi” diáspora? ¿Cuál es el porcentaje de ciudadanos que han migrado de mi localidad? ¿Cuál es el porcentaje de familiares, niños, jóvenes y adultos dejados atrás? ¿dónde se encuentran? ¿a qué se dedican? ¿qué están haciendo? ¿De qué forma puede contribuir al desarrollo de mi localidad? ¿Qué podemos hacer por nuestra diáspora? Es necesario pensar la relación en cada uno de los sectores de actividad social, política, económica y cultural. La participación y liderazgo del sector privado y de los actores locales y regionales es fundamental en la estrategia de gobernanza de la diáspora.

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