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A Jesús Moreno, oriundo de Santa Bárbara de Barinas, siempre le pareció curioso que las personas de otras nacionalidades con las que se topaba en Orlando, Florida (EE.UU.), y que le afirmaban haber degustado la comida venezolana, únicamente mencionaban platos típicos de la gastronomía zuliana.

Fue entonces cuando el ingeniero industrial egresado de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, se percató que tenía frente a él una oportunidad de oro, dar a conocer la gastronomía andina en toda la llamada Florida central. Pero ¿Cómo llevar a cabo semejante empresa? Y, además, ¿Qué tan exitosa podría llegar a ser?

La respuesta a la primera pregunta fue “La Gocha”, una marca iniciada en Miami, Florida, que se dedica exclusivamente a la venta de pasteles. Jesús se propuso comprar una franquicia (la primera puesta en venta, por cierto), y lo consiguió, abriendo así “La Gocha de Orlando”, que resultó ser el primer restaurante de comida andina venezolana en toda la Florida central.

Desde pasteles de bocadillo con queso, pasando por el distinguido pan andino, hasta, el que comenta, es el plato favorito de sus clientes venezolanos, la pisca andina, cada uno de ellos elaborados con la mejor sazón, esa que al escapar de la cocina envuelve a los comensales como una ruana y le proyecta en el corazón anécdotas de la tierra de donde se es oriundo.

Pero, Jesús Moreno entendió que, aunque su restaurante se caracterice por los platos andinos venezolanos, no puede dejar de lado otras comidas, por lo que también preparan arepas con cochino frito, morcillas, hervidos y mondongos, siendo estos dos últimos, es decir, las dos sopas, las preferidas los fines de semana, y por las que reciben elogios no sólo de parte de sus paisanos, sino también de los mismo clientes estadounidenses que llegan extasiados por los contrastes y el aroma que libera cada plato.

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El saber que el menú es continuamente degustado por personas de cualquier nacionalidad, da respuesta a la otra pregunta de cuán exitoso podría llegar a ser el emprendimiento, además, ya hay la intención de, en más o menos diez años, abrir cinco franquicias, ubicadas en ciudades aledañas.

Jesús tiene claro que esto lleva a un sacrificio, “el tiempo ya no depende cien por ciento de ti, sino de las necesidades de tus clientes que deben ser atendidas para que así se cree una fidelidad”. Pero no solamente ello, sino que además es una labor que requiere en suma medida de paciencia, pues “se necesita de un tiempo para empezar a recuperar la inversión realizada”.

Aún así, considera que hay más ventajas que desventajas, y no duda en hacer mención de ellas, como, por ejemplo, el hecho de “que, si el producto ofrecido es bueno, te va a generar buenos ingresos”, y que “te conviertes en un microempresario que la diáspora empieza a reconocer y se genera una comunicación efectiva”. Agregando que, además el “hacer crecer la economía del país, generando empleos, hace que seas bien visto por el gobierno, lo que facilita en cierta forma los trámites migratorios”.

El mensaje que el emprendedor envía a sus paisanos venezolanos en otros países, “es que no desmayen, que siempre sueñen, que sueñen bonito, porque los sueños se cumplen. Que trabajen mucho para que cada día haya más motivos para sentirnos orgullosos, porque la mayoría de los venezolanos somos gente buena que quiere un futuro mejor.”

A pesar de la distancia, de los avisos de neón, de las amplias avenidas por donde fluyen ríos de vehículos, y de los centros comerciales repletos de bullicio y olor a popcorn, Jesús dice no olvidar a su Táchira, ni a su Barinas, por lo que antes de culminar la entrevista con Frontera Viva, envía un mensaje a su tierra: “abrazo gigante a toda la gente que sigue allí, en especial a la de mi pueblo Santa Bárbara de Barias, donde algún día volveremos a reencontrarnos.”

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