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Francisco de Miranda, quien se embarcó rumbo a España en 1771, tuvo una trayectoria en el exterior de 35 años, digna de ser llevada al cine. Sus viajes por distintas naciones y las múltiples amistades que llegó a cosechar, le hicieron ganarse una fama de hombre repleto de admiración e intriga.

Miranda, nacido en la Caracas de 1750, entonces capital de la provincia de Venezuela, partió a España en 1771 para formar parte del ejército real con el cual desempeñó varias campañas al norte de África, sirviendo en la defensa de Melilla (1774 – 1775) y en la expedición de Argel (1775), como se apunta en la biografía del venezolano hallada en la biblioteca virtual Miguel de Cervantes.

Más tarde, en 1781, aún bajo las órdenes de las autoridades militares españolas, es enviado desde Cuba a Misssissipi, Estados Unidos, para llevar auxilios a los revolucionarios de las colonias, en un momento en el cual España y Francia sostienen una enemistad con Inglaterra, por lo que brindan apoyo a los sediciosos en sus posesiones de ultramar.

El militar venezolano, según se lee en la citada biblioteca virtual, regresará a Norte América en 1783, pero ya no como militar español, puesto que se le acusó de establecer alianzas con agentes británicos. Una vez en suelo estadounidense se codea con famosos ciudadanos como George Washington, Alexander Hamilton, Henry Knox, Samuel Adams, Gilbert M. de la Lafayette, James Madison y Thomas Jefferson.

Tras regresar a Europa, específicamente a Inglaterra, en aquel mismo año, emprendió un arduo viaje por diferentes naciones, de donde destaca su paso por Grecia en 1786, hecho que lo convirtió en el primer latinoamericano en visitar esta nación, según sostiene Carla Bocchetti en su trabajo El helenismo en América: Francisco de Miranda un estudio de caso.

Además, el prócer conoció en su travesía a la emperatriz Catalina II de Rusia, el 14 de febrero de 1787 cuando viaja a Kiev, según él mismo relata en su diario. Catalina La Grande permitirá que el venezolano use el uniforme del Ejército ruso, y le dará cartas de presentación. No obstante, unos meses después también se reúne con Gustavo III, rey de Suecia.

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Ya para 1789, vuelve a Inglaterra donde, según comenta Alberto Benegas Lynch, en su artículo Francisco de Miranda, un firme defensor de la independencia y la sociedad, hace amistad con destacados ciudadanos como Joseph Lancaster, Jeremmy Bentham, John Stuart Mill, Edward Gibson, y William Pitt.

Posteriormente, en 1792 es agregado al Ejército francés, con el cual llega a ocupar el cargo de general, tras obtener una importante victoria en el campo de Valmy, donde actualmente existe una estatua suya. También llegó a tomar mando en el Ejército de Bélgica.

Por infortunio, las rivalidades políticas lo llevaron a estar arrestado entre 1793 y 1795, por adherirse al grupo político Girondino. Superado este episodio, al ser liberado logró conocer en persona a Napoleón Bonaparte.

Su participación en diversos movimientos y combates militares que se enmarcan en la llamada Revolución Francesa, le valen ser el único americano cuyo nombre figura en el Arco del Triunfo de París.

También se le adjudica a Francisco de Miranda la creación de la llamada Sociedad Lautaro o Caballeros Racionales, que habría sido fundamental para difundir la idea de emancipación latinoamericana, teniendo influencia sobre personajes como Bernardo O’Higgins o el mismo Simón Bolívar, como lo menciona Wilfredo Padrón Iglesias en La masonería, un punto sombrío en la trayectoria de Francisco de Miranda.

El Francisco de Miranda que regresa a las costas venezolanas en 1806, es un hombre que lleva consigo un refucilo de vicisitudes que le han hecho ganador tanto de experiencia, como de amigos y enemigos. Su nombre ha sido pronunciado en los pasillos de los principales castillos de los monarcas y en los cuarteles de prácticamente toda Europa. Muy probablemente no existía para la época otro americano con una trayectoria tan amplia.

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