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En 1884 el entonces presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó llevar el cadáver de Tomás Lander al Panteón Nacional, había pasado 39 años sentado en el escritorio a la entrada de su casa, luego de haber sido momificado por el Dr. Knoche.

Lander fue un eminente periodista y político venezolano, cuyo cadáver, curiosamente, su familia quiso preservar tras conocer que un médico alemán que trabajaba en el Hospital San Juan de Dios de La Guaira, conocía la técnica para esto.

Se trataba de Gottfried August Knoche, un migrante proveniente de Halberstadt, actual Alemania, donde nació en 1813, y que tras haber egresado como médico de la Universidad de Friburgo (1837), decidió embarcarse a Venezuela, donde la comunidad alemana de La Guaira solicitó sus servicios.

Knoche empezó a ganar renombre entre los ciudadanos que le rodeaban no sólo por su desempeño como médico, sino por unos experimentos, un tanto reservados, que realizaba con los cadáveres no reclamados en la morgue del Hospital San Juan de Dios, según apuntó Guillermo José Schael en su libro Caracas de siglo a siglo.

Al parecer, este médico, tras varios estudios, logró conseguir la manera de momificar personas sin necesidad de extraer sus órganos internos, para lo cual, sencillamente inyectaba al cadáver un “líquido aparentemente a base de cloruro de aluminio”, como sostiene Jorge M. González en su artículo El mausoleo de Gottfried Knoche.

Esta técnica la habría empezado a poner en práctica con mayor frecuencia y tranquilidad en su residencia particular, erigida en El Palmar del Picacho, de Galipán, en la ladera norte del cerro El Ávila.

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En esta residencia bautizada Buena Vista, el médico convivió con su esposa, su hija, su yerno, y dos enfermeras, también alemanas, que trabajaron con él hasta su muerte.

Según una descripción hecha por el escritor y poeta Miguel Aristeguieta, y recogida en el artículo Un embalsamador alemán en Galipán, de La Cámara de Caracas, aquella casa parecía “la galería de algún castillo del Gran Ducado de Baden”, con cuadros, muebles, y detalles que parecían ser una exaltación del antiguo imperio germano.

En esta misma propiedad, Knoche había construido un mausoleo para los habitantes de la residencia. Allí, habrían depositado los cadáveres embalsamados de una de sus hijas, de su yerno, e incluso el del médico que falleció el dos de enero de 1901.

Existe poca información concreta respecto a este mausoleo puesto que, en 1926, tras la muerte de Amelia Weismann, una de sus mencionadas enfermeras y última habitante de la casa, el lugar quedó abandonado y posteriormente fue saqueado.

Pese a que hay referencias de momias hechas por diferentes tribus indígenas que habitaron territorios de los que hoy conforman al país, este médico alemán fue el primer profesional del que se tenga referencia que llevó a cabo esta técnica por mera recreación, alcanzando cierta fama.

Incluso, Knoche fue el encargado de embalsamar en 1875 el cadáver del presidente Francisco Linares Alcántara, según expone el Diccionario de Fundación Empresas Polar.

Por supuesto que, como es de esperarse, esta práctica del alemán llevó a que se suscitaron distintas leyendas en la población. Una de ellas cuenta que los atrevidos expedicionarios que han visitado las ruinas de Buena Vista, han escuchado los pasos de los muertos embalsamados y al médico trabajando en su laboratorio. Estas historias han llegado a ser reseñadas en el conocido programa Nuestro Insólito Universo.

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Pero si bien este alemán es popular por las momificaciones, también dejó un buen legado, puesto que, hombres como Carlos Henrique Reverón, que tuvo la oportunidad de conocer a este médico, acotó que fue “un hombre caritativo y humanitario” que no cobraba a los pobres y era muy acertado en sus diagnósticos y remedios, así se puede leer en el artículo mencionado que expuso La Cámara de Caracas.

Además, fue uno de los profesionales de la salud que se desplazó por distintas regiones del país para ayudar a atender a los pacientes con cólera cuando en 1854 estalló esta terrible enfermedad en Venezuela.

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