Los hombres comunes matan
¿Alguna vez te has preguntado si tu potencial asesino se encuentra a tu alrededor? ¿Acaso duermes con el enemigo? ¿Puede ser un posible abusador con quien tienes una cena? ¿Es capaz tu colega de convertirse en violento cuando nadie lo ve? ¿Habrás compartido asiento con un feminicida durante un viaje en autobús? Las posibilidades son infinitas, pues los homicidas de mujeres no poseen una apariencia definida.

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el trabajo a continuación se propone dirigir un “amiga, date cuenta… Antes que sea demasiado tarde” a las féminas quienes -sin saberlo- son víctimas de potenciales agresores.
El machismo, la transfobia y la misoginia no están contenidos en el ADN de una persona, no nacen con ello. Tales conductas e ideas nocivas suelen ser producto de la sociedad y el sistema patriarcal, es decir, el entorno las moldea al normalizar conceptos y comportamientos capaces de permear la personalidad de los hombres.
Una mujer digna no tiene sexo en la primera cita. Una mujer que se quiere a si misma, se hace la difícil. Una mujer decente, se viste de cierta manera. Si voy a respetar a una mujer, deberá ganárselo.
La concepción de “ganarse el respeto” implica la deshumanización de las víctimas y responde a deseos de obediencia y sumisión manifestados en contra de las mujeres. “Como si fueran indignas de él y este no fuera intrínseco a la condición humana”, explica Aglaia Berlutti, activista feminista por más de 10 años.
Al transgredir la supuesta autoridad, el agresor percibe la violencia como la respuesta idónea ante la desobediencia y el abuso se convierte en un derecho desprovisto de abstracciones morales. Por lo tanto, los feminicidas en potencia surgen al regularizar la figura accesoria de las féminas.
“La mujer no tiene libertad sobre su cuerpo y es una posesión. De este modo, los feminicidas comienzan a concebir la noción de que deben ser controladas y coadyuvadas a comportarse de una forma específica”.
Soberbia desmesurada
La vanidad opera tras los hombres asesinos de mujeres, es decir, el femicidio es un acto de presunción y orgullo que los beneficia en la búsqueda de un objetivo: exaltar el ego masculino. “Los machistas poseen una personalidad toxica y frágil. Las mujeres a su lado son insignificantes, menospreciadas y secundarias y están en la obligación de verlos como la representación del poder”, subraya Berlutti.
Además, los abusadores generalmente saben cómo crear el juego del romance, la imagen de macho proveedor u hombre protector. De acuerdo a la activista, el panorama incluye la incapacidad de las mujeres de decir “no” y la predilección de los abusadores por el “sí”. La inexistencia de la negación conlleva a ceder espacios hasta el punto donde el hombre estará convencido que la mujer es de su propiedad.
Una vez las féminas se convierten en objetos, la violencia comienza a ocurrir: un golpe en la pared porque no hizo caso o la sacude con fuerza si cometió un error y luego pide perdón. Mientras él se disculpa y ella lo acepta, el agresor continúa avanzando.
“Cuando la golpee por primera vez y ella no se vaya, él sabrá básicamente que la relación se definió y los roles de víctima y victimario fueron establecidos”.
Pero, ¿un moretón es la única alarma? ¿Sabrías escapar de aquellas situaciones de peligro? O ¿no son tan obvias? Berlutti, también perfiladora criminal, brinda luces sobre el modus operandi de los abusadores. El proceso se denomina ciclo de violencia y sus perpetradores son hombres aparentemente comunes.
Un amor caníbal

¿Dónde estás? Envíame una foto. Pásame tu ubicación y la factura para comprobarlo.
Será el hombre más encantador y adorable que hayas conocido. Su estrategia de seducción se basará en identificarse con todo aquello relacionado contigo. Va a desear estar incluido de forma atropellada en tu vida y pretenderá encontrarse en el centro de todas tus relaciones. De ese modo inicia la etapa de manipulación.
De pronto observarás toneladas de mensajes al día en tu celular exigiendo saber en cuál lugar te encuentras o podría entrometerse en una conversación con tus amigos sin ser invitado. “Puede haber una conexión profunda entre ustedes, pero no es admisible que invada tus espacios sin tu permiso. Eso no es amor, no es compañía ni celos. Esas son señales de control y repercusión”, asegura Berlutti.
Creo que fulano te tiene ganas, pero tú no lo notas. Tu hermana solo quiere controlarte, le das mucha confianza.

Cada uno de tus amigos tiene un defecto, tu familia es un problema y todos lo odian. Con el propósito de diezmar tus posibilidades de pedir ayuda, el abusador emprende la fase de aislamiento.
Probablemente tu círculo cercano notará la situación y te comentarán el riesgo, para ellos será evidente que el agresor altera tus vínculos emocionales. De hecho, la efectividad del plan precisa de la intervención de tus allegados, pues sus juicios respecto a la actitud de tu pareja confirmarán su argumento: “mi novio dice la verdad, lo detestan”.

Esa camisa no me gusta. Aquellos tacones no te van bien. Esta falda es muy ajustada. ¿Por qué no te vistes de otra manera?
El control es la tercera etapa y llegados a este punto, él normalizará conceptos de cómo debe lucir una mujer decente, podrá fiscalizar tu apariencia y comunicaciones, te pedirá las contraseñas de tus redes sociales, revisará tu celular y correo electrónico. “Todas son señales de gravedad absoluta”, sentencia la perfiladora.
Si tu portátil permanece desbloqueado e inspecciona tu e-mail, no fue un accidente. Si tu teléfono no posee contraseña y examina su contenido, no fue casualidad. Estas acciones son -en primer lugar- delito, después abuso y por último violencia.
“El consentimiento es básico, esencial. No funciona como una tarjeta de crédito: te lo doy una vez, te lo doy siempre. Una persona te tiene que decir ‘yo quiero’”.
Berlutti recalca que la invasión de espacios íntimos es una forma de violentar la privacidad. Tu pareja se halla en condiciones de igualdad contigo, pero junto a un agresor, tú no tienes permitido hacer aquello que él sí. El modo de desenmascarar a un violento es preguntarle: ¿puedo revisar tu móvil?
Se me olvido la cartera, podrías pagar tu esta vez y yo te devuelvo el dinero luego

El abusador se despojará de la mascará y destapará la fase de dominio. Te utilizará con un fin definido, dispondrá de tu dinero, tiempo y recursos. La cuarta instancia evidencia que el amor es sinónimo de control ante los ojos de un potencial feminicida. Un violento no comprende que el amor implica libertad.
“Para un abusador cada paso dado por la mujer fuera de su control, significa que no lo quiere, no lo respeta. Así inicia la última etapa del ciclo. La peor de todas: la violencia”.
¡Huye!

Le da un golpe a la mesa y vocifera tres gritos, luego se disculpa y te dice: es que tuve un día muy difícil en el trabajo.
Si lo anterior te ocurre, vete. Vete lo más rápido posible. Una vez las mujeres resultan presas en la violencia, no suelen dimensionar la magnitud del peligro a su alrededor. Las instancias anteriores sirvieron para crear un ambiente de aparente normalidad.
Con el propósito de evitar el quinto escenario, es trascendental que en las fases de manipulación y aislamiento te niegues a ceder frente a cualquier acción o comentario de invasión a tu privacidad y relaciones personales, aconseja Berlutti. Además, a juicio de la activista, en la etapa de violencia es posible que la estabilidad emocional y financiera de la mujer dependan del hombre. Por lo tanto, cuando el control es absoluto emerge el monstruo: emplea el poder arrebatado a la mujer para crear una condición grave de abuso.
“Cuando él golpee la mesa, te está probando. Cuando te dice ‘bájate del carro’, es violencia. Cuando la pelea se sale de control y comienza a gritar directamente en tu cara, es violencia”.
La función de las fases es suprimir cualquier posibilidad de contestación por parte de las féminas, por ello cada etapa se desarrolla en consonancia y complementariedad con el resto. Las mujeres sumergidas en un ciclo de abuso desconocen qué ocurre en realidad con ellas y creen tolerables los maltratos.
El peligro no son los acuerdos entre parejas respecto al trato entre sí, la comunicación, los detalles y agasajos. El riesgo aparece si la manipulación, el aislamiento, el control, el dominio y la agresión sobre el compañero sentimental se disfrazan de amor, atenciones y cuidados.