Se enfrentó al Gral. Páez y al mismo Libertador antes de decidir abandonar el bando realista, participó en la primera guerra Carlista y fue uno de los precursores de la emancipación de Cuba.
Nacido en la entonces provincia de Venezuela, también llamada provincia de Caracas, un 29 de octubre de 1797, Narciso López de Uriola ingresó desde joven a las filas del ejército colonial.
Su afiliación a la vida castrense forjó su carácter y rigió su vida por completo. De niño, según información expuesta en el Diccionario de Historia de la Fundación Empresas Polar, fue formado en la casa del militar Francisco Tomás Morales, quien fue estandarte de la lucha contra los patriotas.
De hecho, durante sus primeras campañas, López estuvo bajo el mando de Tomás Morales, quien asestó duras derrotas al ejército patriota y fue de los más complicados oponentes, hasta su retiro en 1823.
Pero el militar caraqueño también estuvo a las órdenes del temido José Tomás Boves, y del mismísimo Pablo Morillo, el militar español enviado por la corona para “pacificar” los territorios sublevados.
En 1823, tras la pérdida de Maracaibo por parte de los realistas, López tomó la decisión de no volver a utilizar sus armas contra los republicanos. Por ende, el cuatro de agosto de aquel año se embarcó rumbo a Cuba, como reseña el Diccionario de Historia de la Fundación Empresas Polar.
Tras un breve descanso en la isla, el militar venezolano viajó a España, donde el furor de las guerras carlistas que enfrentaron a partidarios del infante Carlos de Borbón con los de Isabel II, estaba en pleno. López participó activamente en las contiendas consiguiendo renombre y forjando importantes amistades políticas.
Justamente, el Gral. Jerónimo Valdez fue uno de estos amigos que surgieron en aquella época. Su relevancia es importante en este relato porque, tiempo después, en 1840, cuando ya López era gobernador de Valencia, y había sido ascendido a general, lo convenció para ir a Cuba, donde Valdez había sido encargado de la capitanía general de la isla.
Sería entonces cuando a Narciso López se le encomendó la gobernación de Matanzas y Trinidad, según se puede leer en su breve biografía escrita por Antonio de Pablo Cantero para la Real Academia de Historia de España.
Desde este punto, hasta 1843, las cosas marcharon bien para el militar venezolano. Pero para este año señalado, el nombramiento de Leopoldo O’Donnell como nuevo capitán general de Cuba, hizo que López perdiera su cargo.
La deposición lo llevó a conspirar contra O’Donnell, participando en grupos clandestinos que aspiraban a emancipar la isla.
De este punto surge una discusión histórica, y es que, López que encabezó la llamada conspiración de la Mina de la Rosa de Cuba (1847 – 1848), al parecer tenía planes de anexionar el territorio a los Estados Unidos.
En relación a esto, Rosa Sevillano Castillo, en su ensayo Ideas de José Antonio Saco sobre la incorporación de Cuba sobre los EE.UU., cita una carta del cónsul norteamericano, Robert Campbell, donde le manifiesta a su presidente James K. Polk, que el triunfo de una revuelta a cargo de “cierto general español”, llevaría a la posterior solicitud de anexión.
La autora especula que ese “cierto general español” que menciona Campbell es Narciso López. Postura que también sostienen otros historiadores, pero que refuta el escritor cubano Roberto Jesús Quiñonez, por no haber evidencias sólidas.
De cualquier forma, como consecuencia de los hechos, López debió huir a los Estados Unidos, más exactamente a Misisipi y luego Nueva York, para impedir su arresto. Desde allí, trabajó arduamente por conseguir fondos e individuos dispuestos a enfilarse en su ejército destinado a liberar Cuba del dominio español.
Fue precisamente, por esto años, cuando vino a la mente del militar el diseño de una bandera para dar identidad a su campaña. Comenta Antonio de Pablo Cantero, que el dibujo fue presentado al estudioso cubano, Miguel Teurbe Tolón, quien era amigo de López, y cuya esposa, Emilia Teurbe Tolón, fue la encargada de coserla.
Con esta bandera, el militar desembarcó en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas, en 1850. Para infortunio suyo, la campaña fue un fracaso, siendo rebasado en el número de tropas que debió enfrentar. La situación lo obligó a regresar a Estados Unidos.
Un año más tarde, ejecutó una segunda acción, pero esta vez desembarcó en Bahía Honda, para entonces perteneciente a la provincia de Pinar del Río. Volvió a correr la misma suerte que su primer intento, aunque en esta ocasión no logró huir, siendo puesto bajo arresto.
El Consejo de Guerra que lo juzgó ordenó la pena mayor, y el 1ro de septiembre de 1851 fue ejecutado públicamente en La Habana.
Su nombre pasó a la historia por tratarse de uno de los precursores de la gesta emancipadora. Y si bien fracasó en sus planes, su bandera cobró la gloria que la vida le negó.
El pabellón que Narciso López de Uriola ideó, fue declarado símbolo oficial del país el 11 de abril de 1869. Pese a que en 1902 sufrió un leve cambio, pasando el color de las franjas de un azul celeste a uno turquí, el diseño es el mismo que el militar venezolano llevó izado en su campaña de 1850.