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La soledad impera en la avenida de los jeans, en Ureña

La popular avenida de los jeans, en el municipio fronterizo de Pedro María Ureña, no ha experimentado un incremento en las ventas pese a la época decembrina. Antaño, los negocios brindaban una imagen dinámica: decenas de ciudadanos acudían a adquirir sus estrenos. Ahora, los pocos locales que abren sus puertas, lucen desolados y con intenciones de declinar.

Caminar por esa larga arteria, bordeada de almacenes, es poco alentador. Quienes aún persisten en sus negocios, mantienen la misma mercancía de hace un año. Las bajas ventas no les permiten aventurarse con nuevas producciones, pues está el temor de que no salgan las piezas confeccionadas.

Cuando el comercio bullía en San Antonio y Ureña, en agosto ya empezaba a notar el sector textil un progresivo aumento en la salida de sus productos. Los fabricantes de ropa para dama, caballero y niño activaban sus maquinarias para competir en un mercado que era rentable para aquellos que se atrevían a invertir.

Ya cuando arribaba la Navidad, habían obtenido “jugosas ganancias”. El mes de diciembre era considerado el “broche de oro”, con el que cerraban una jornada productiva de varios meses. En la actualidad, esa bonanza no se ve. La soledad impera en los pocos establecimientos abiertos. Las expectativas en los días que restan para que culmine 2019, son bajas.

En un intento por atraer a los clientes, han fijado precios, pero en pesos, que son atractivos tanto para los colombianos como para los venezolanos: los pantalones oscilan entre los 25.000 a 35.000 pesos. Sin embargo, la medida no ha rendido los resultados deseados. Los locales siguen vacíos y a la espera de que una luz los arrope.

Muchos visualizan que el río de gente que cruza a diario los puentes internacionales, cambie de cauce y se dirija hacia donde están ellos ubicados. Esos miles ya no se fijan en el comercio que aún sobrevive en la frontera, lado venezolano; sus objetivos y necesidades han cambiado y ven en Cúcuta una plaza apta para satisfacer sus necesidades de consumo.

Esta es la imagen constante en el sector textil

Solo tres piezas vendidas durante el “Black Friday”

“No me está dando ni para mi sueldo”. Con esta frase, Aura Sánchez describió el escenario que vive en el local donde trabaja y funge como encargada. Su jefa le pide que mantenga las puertas abiertas, que no deje de asistir pese a las nulas ventas.

En el almacén, Sánchez ofrece ropa variada tanto para caballero como para dama. “El año pasado por lo menos se vendía. Este año, estoy impresionada, pues más que todo trabajo por temporadas, y ha sido terrible”, recalcó desde su nicho.

De noviembre a lo que va de diciembre, solo ha logrado vender 20 piezas. “Las tengo anotadas y las llevo en la memoria, pues son pocas”, indicó. Esa cifra era la que se registraba, cuando el negocio aún era pujante, en un día. “Ni siquiera hemos surtido mercancía, tenemos la misma de hace tiempo”, reconoció.

Aura Sánchez, vendedora

Pese al sombrío panorama, Sánchez no pierde las esperanzas. Cree que las cosas pueden cambiar de un momento a otro. “Si usted pasea un poco, va a ver la mayoría de los locales cerrados, somos pocos los que seguimos en la lucha, guerreando”, acotó.

-Antes uno escuchaba a la gente del centro decir: “vamos para San Antonio y Ureña a comprar la ropa”- evocó con el deseo de tener en sus manos el poder para regresar el tiempo-.Ahora vienen, pero pasan de largo. No voltean a mirar hacia esta zona.

Por esta razón, lo poco que vende lo hace en pesos. Ya no se molesta ni en dar los precios en bolívares, pues la persona que se acerca, ya sea venezolana o colombiana, prefiere pagar con la moneda neogranadina, debido a que es la más utilizada en la zona.

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-El “Black Friday” no nos generó ventas. Teníamos las esperanzas de que saliera la mercancía, pero no fue así- aclaró Aura Sánchez quien, al igual que sus compañeros de trabajo, abrió los tres días-. Entre viernes, sábado y domingo, solo vendí tres piezas; o sea, una por día.

Locales cerrados por doquier

“Estamos cerrando la semana solo con la venta de un pantalón”

En sus mejores momentos, Nelcy Quintero no manejaba su local de ropa, lo hacía un pariente y, además, tenía tres empleados en el área de ventas. Esa imagen solo está en sus recuerdos. Ahora es ella quien atiende y con la ayuda de una sobrina.

“Hay semanas en las que cerramos solo con la venta de una camisa y un pantalón”, lamentó la dama. “Hay días, un poco mejores, en los que vendemos tres piezas”, apuntó, con la certeza de que la cifra representa un porcentaje muy mínimo en comparación con lo que vendían años atrás.

Las piezas que están exhibidas en su tienda son confeccionadas desde su fábrica. La cantidad que elaboran ha mermado como consecuencia de una crisis que los ha arropado por completo. “La materia prima, cuando la compramos, la traemos de Colombia”, aseguró para luego rematar: “Todavía nos queda bastante mercancía vieja”.

Nelcy Quintero, propietaria

Aunque recibe bolívares, confiesa que prefiere los pesos, pues no se devalúan de un día para otro. En días recientes, dijo, cobró un pantalón en bolívares y cometió el error de guardar los billetes por corto tiempo; cuando decidió gastarlos, no tenían el mismo valor.

-Todos estamos esperando que en lo que resta de diciembre, mejoren las ventas- manifestó con la esperanza enlazada en cada palabra que profería-. Si uno se pone a producir en grandes cantidades, corre el riesgo de quedarse con la ropa estancada.

Uno de los puntos que a veces alivia en algo el día a día, son las ventas a mayor, gracias a los clientes del centro del país que aún son fieles a la producción nacional. “Ya no piden la misma cantidad, pero cuando se les acaba, llaman y uno procede a responder por el pedido”, enfatizó.

-Los primeros meses del año 2020, no abriremos- vaticinó Nelcy Quintero, quien ve factible el mes de agosto como fecha para volver a intentarlo-. Ya llevo cuatro años atendiendo personalmente el negocio.

Negocios sin clientes a toda hora

“Ventas al detal son muy pocas”

“Lo que fue de enero a agosto, estuvieron muy flojas las ventas”, relató Patricia Gómez, tratando de hacer un balance de un año signado por las adversidades. “A partir de septiembre, las ventas mejoraron en algo, pero las que son al mayor, porque al detal son muy pocas”, resaltó.

Gómez, de 36 años, solo lleva dos años y medio en la batuta del local. En noviembre, precisó, las ventas tuvieron un leve repunte. “Si las comparamos con el mismo mes de años anteriores, igual son bajas. Pese a ello, en nuestro caso, queremos seguir”, dijo.

-Con esas ventas, al mayor, es que logramos mantenernos para pagar nómina de empleados- aseveró la joven al tiempo que reiteró que las ventas por unidades no suelen pasar de cinco durante el día-. Nuestros clientes son del centro del país.

Patricia Gómez, propietaria

La dama, cuando arriba un cliente a su negocio o llama, le da los precios en bolívares. “Estamos manejando tarifas que van desde los 350.000 hasta los 400.000 bolívares”,  señaló para luego dejar claro que si la persona desea pagar en pesos o dólares, lo puede hacer.

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-No fabricamos más por miedo a quedarnos con la mercancía en los depósitos-subrayó Gómez mientras atendía los asuntos concernientes a su negocio de ropa-. Para nosotros el “Viernes Negro” fue un caos total, ya que todo el mundo agarró fue para Cúcuta y aquí estuvo solo.

Vendedora empaca algunos pantalones

“Hago de todo un poco”

Francis Ilarte hace siete meses abandonó su tierra, San Juan de Los Morros, para probar suerte en la frontera. Aunque siempre se ha dedicado al mundo del manicure y pedicure, ha tenido que hacer de todo en una zona que alberga pocas oportunidades de empleo formal.

Ilarte ha limpiado casas y, al mismo tiempo, ha desempeñado el oficio que aprendió. Desde hace tres meses está como vendedora en una tienda situada en la avenida de los jeans. Allí le abrieron las puertas y espera seguir mientras sus jefes la necesiten.

“Las ventas al detal son flojas. Se mantienen porque venden al mayor”, aseguró mientras iba acomodando la mercancía sobre una mesa que pone en la acera: zapatos, blusas y pantalones son parte de los productos que exhibe. “Es duro, pero ahí vamos”, añadió.

Francis Ilarte, vendedora

Aunque piensa pasar la Navidad en su región, una vez culmine la festividad no dudará en regresar. “Mi esposo sigue en San Juan, él cuida la casa y trabaja en la siembra”, contó. “Mis hijos (dos) sí están fuera del país. Ellos dicen que si las cosas mejoran, regresan”, apuntó.

Francis Ilarte no tiene entre sus planes abandonar Venezuela. “Siento que mi país me necesita. Aquí tengo mucho que dar. Por los momentos, pese a las adversidades, he tenido trabajo. Sé que las cosas van a mejorar”, recalcó a modo de colofón.

Muy pocos clientes se asoman por estos locales

“Se ha perdido el interés por mandar a confeccionar”

Carmen Patiño, de 58 años, lleva más de la mitad de su vida confeccionando trajes y vestidos para decenas de clientes. Empezó a los 16 años y, desde entonces, no ha parado.

“Las personas ya no tienen ese interés en mandar a confeccionar”, suelta, consciente de que en la actualidad el venezolano gana es para sobrevivir. Su negocio está ubicado en la avenida Primero de Mayo, en San Antonio del Táchira, un punto céntrico que ha sido golpeado por la crisis.

-Ha decaído mucho la costura. Sigo por el amor que le tengo a mi trabajo- enfatizó quien, a pesar de las adversidades, lucha por no dejar a un lado lo que siempre le ha apasionado-. Antes, ya en el mes de octubre, no recibía más clientes; ahorita, es la fecha, y casi no tengo pedidos.

Carmen Patiño confecciona camisa para caballero

“Lo poquito que uno tiene lo trata de invertir en materia prima para uno poder confeccionar y poder vender. Hay cosas que compro ya hechas en Cúcuta y vendo. De todo sale un poquito. Estoy acá desde febrero. El alquiler lo pago en pesos”, explicó.

El espacio de su local lo comparte entre los productos que exhibe y su taller de costura. “Los precios están en pesos, pues todo se compra es allá. Tanto la materia prima como lo que ya está confeccionado”, indicó con la fe de que las ventas van subir en lo que queda de mes.

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EL DATO

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Jonathan Maldonado, corresponsal de FronteraViva

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