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Tulio Hernandez

Sociólogo experto en cultura y comunicación, columnista del EL NACIONAL, consultor internacional en políticas culturales y ciudad.

Una nación nariceada

Y así vamos ahora, nariceados y conducidos a la carrera, para las elecciones convocadas el 28 de julio, con un cronograma concebido para no dar tiempo a las fuerzas opositoras de prepararse con fortaleza. Elecciones trampa jaula. Realizadas fuera de la tradición instaurada por la democracia de realizarlas en el mes de diciembre para que el nuevo presidente y su equipo asuman en un plazo breve sus funciones comenzado el nuevo año.
Los crímenes de Putin podríamos dividirlos en dos grandes grupos. Los masivos, a la manera de los ocurridos en cruentas guerras como la invasión a Ucrania, con una alta cifra de civiles muertos y heridos, que lo colocan en condición de genocida. Y los selectivos, aquellos planificados sistemáticamente para sacar del camino, uno a uno, a sus adversarios políticos más incómodos.
Pocos días después de la asonada militar del 4F de 1992, el Papel Literario del diario venezolano El Nacional incluyó un artículo de Tulio Hernández analizando el fenómeno. Fue el primero que se publicó en el país sobre el tema. El gobierno había colocado en cada medio impreso un censor para impedir que se publicaran textos celebratorios. Pero suponemos que por el título metafórico del trabajo y el hecho de aparecer en el Papel Literario al censor asignado a El Nacional este escrito se le pasó. Por su carácter premonitorio, Frontera Viva ha querido reproducirlo treinta y dos años después. Allí va.
La frase con la que titulamos este artículo le pertenece a Humberto de la Calle, una de las figuras más respetadas de la política colombiana. El senador se refiere, por supuesto, al hecho de que un presidente que se supone defensor de las libertades democráticas y los derechos humanos, y que conoce en carne propia lo que significan las inhabilitaciones arbitrarias, no haya sido capaz de decir nada —absolutamente nada—, sobre la inhabilitación impuesta por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela contra María Corina Machado, la candidata unitaria de la oposición.
Una vez, en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de Los Baños, Cuba, creo que, a finales de los años 1980, le escuché decir a Gabriel García Márquez que el momento de felicidad colectiva más grande que él había presenciado fue el 23 de enero de 1958. En Caracas. Cuando los demócratas venezolanos lograron poner fin a la dictadura presidida por el general Marcos Evangelista Pérez Jiménez.

Simple elogio de la hallaca

Lo he dicho y escrito muchas veces. El quinteto hallaca-pernil de cochino-pan de jamón-ensalada de gallina-dulce de lechosa se convirtió en la sintaxis culinaria fundamental que ha hecho de Venezuela uno de los pocos países iberoamericanos en donde todos sus habitantes —como ocurre con el pavo en el Thanksgiving estadounidense— se reúnen a degustar, a la misma hora, exactamente el mismo menú, con pequeñas variantes regionales o añadidos de inmigrantes europeos, árabes y suramericanos, para celebrar la Navidad y la llegada del Año Nuevo.

La arepa en el corazón

El interés por conocer, indagar, estudiar, celebrar y divulgar las creaciones de la cocina venezolana es cada vez más intenso. Lo verifico una vez más luego de leer, en la medide la noche bogotana, con serenidad, el libro Una arepa por el mundo concebido y compilado por Ximena Montilla en compañía de la diseñadora gráfica Ira León.
“No es posible consultar al pueblo si se defiende o no la integridad territorial de Venezuela, porque se trata de un derecho irrenunciable, junto con el derecho de soberanía, conforme al artículo 1° constitucional”.
En Suramérica, para centrarnos solo en una parte de la región latinoamericana, en lo que va del siglo XXI, la ciudadanía ha vivido dando saltos entre los extremos. Pasando, electoralmente, de las izquierdas radicales a las derechas igual extremas. O a la inversa. Con absoluta naturalidad y facilidad.
El exilio político es una forma de cárcel al revés. Si eres un preso político, por ejemplo en Venezuela, no puedes salir ni de la celda ni del país. Pero si estás en el exilio no puedes entrar porque puedes terminar igual en una celda. En este caso el extranjero es tu cárcel, de la que no puedes salir.