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Este domingo 29 de mayo los colombianos acudirán a las urnas para escoger a quien reemplazaría a Iván Duque en la presidencia de la nación. De acuerdo a las últimas encuestas, Gustavo Petro, político de izquierda, sería el favorito para liderar a la nación cafetera, un hecho que de llegar a suceder sería histórico, teniendo en cuenta que Colombia ha sido gobernada principalmente por partidos de centro derecha y derecha. 

Frontera Viva conversó con el profesor Francisco Sánchez, abogado, internacionalista e investigador del Centro de Estudios de Frontera de la Universidad de Los Andes (ULA), acerca del que sería el candidato favorito y los posibles cambios que, a raíz de su hipotética elección, podrían producirse no solo dentro del país, sino en el resto de la región.


La figura de Petro está rodeada, a juicio de Sánchez, de un populismo que se asemeja al manejado por Andrés Manuel López Obrador (México), Alberto Fernández (Argentina) y Jair Bolsonaro (Brasil), es decir, uno que apela a los sentimientos más allá de la razón, valiéndose para ello de críticas válidas y fallas en las políticas actuales de la administración colombiana.

Su candidatura y propuestas pasan por un cambio radical en la institucionalidad y un énfasis importante en la reducción de la pobreza y las desigualdades en base a una redistribución de los recursos en lugar de mejores y mayores oportunidades de empleo.

Así mismo, anuncia un perdón social, especie de amnistía y al poco tiempo del anuncio su hermano visitó la cárcel de La Picota, donde pagarían condena personas relacionadas con casos de corrupción, narcotráfico y crimen organizado.

Por otra parte, sus principales contendientes: el político de centro-derecha, Federico Gutiérrez, y Rodolfo Hernández, quien se ubica tercero y avanzando en las encuestas, manejan otras propuestas en sus campañas.

El primero aboga por cambios en la institucionalidad de la nación, dando continuidad a políticas y programas; mientras que el segundo levanta la bandera de la lucha anticorrupción.

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De alcalde a presidente

Cabe recordar que Gustavo Petro es un político con una trayectoria no corta. Como exalcalde de Bogotá, los colombianos ya han probado lo que sería tenerlo como líder. Su gestión tuvo un buen desempeño en lo social y en la educación, recibiendo un reconocimiento de la UNESCO.

No obstante, también fue fuertemente criticado, recuerda el docente universitario, con relación a la seguridad y movilidad, así como a un “largo etcétera”, dando como resultado que al final su gestión fuese valorada negativamente y con fuertes críticas.

“Si no resolvió tareas como la seguridad que es un asunto importantísimo y crucial, los va a seguir teniendo [los problemas]”, pero esta vez a nivel nacional.


El investigador de la Universidad de Los Andes, vaticina que de hacerse con el poder por la vía de los votos, Petro llevaría adelante cambios significativos en temas económicos y de política exterior, movería fichas para tratar de llevar al Ejército de Liberación Nacional (ELN) a la mesa de negociación, tendría una oposición muy fuerte, reduciría la relación Estados Unidos – Colombia y la intensificaría con los gobiernos de izquierda.

¿Y los migrantes venezolanos? 

Los venezolanos que residen en Colombia temen lo que la llegada de un gobierno de izquierda podría producir en su país de acogida, teniendo en cuenta lo que las políticas populistas y socialistas han generado en su país de origen.

Esto último en razón del desconocimiento por parte del gobierno venezolano de la migración masiva que desangra el país, lo que podría afectar la situación de los venezolanos en Colombia si Petro decidiera, por afinidad con Maduro, cambiar la política migratoria expulsando a venezolanos que aún no han regularizado su estatus o la aplicación de un visado para ingresar al país.

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De este modo, el chavismo-madurismo, hallaría un aliado, un par ideológico en Gustavo Petro, lo que convertiría a Colombia, su vecino más importante, en un apoyo. 

El internacionalista, apunta además, que de lograr la presidencia, Petro podría terminar “irrespetando las reglas de juego y afectando la democracia desde adentro”, al lograr sus fines a través de la vía democrática, pero destruyendo la democracia liberal a su paso. 

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