Prevenir la conducta suicida es posible

Una persona con ideación suicida debe recibir ayuda de un profesional del campo de la salud mental, sin embargo, esto no significa que el resto no pueda contribuir en su mejoría. El investigador Carles Alastuey indica que alguien que piensa en quitarse la vida puede ser asistido por personas de su entorno, siempre y cuando sepan manejarse con calma, afecto y empatía.

Un fenómeno como el suicidio, tan perjudicado por los tabúes, genera miedo en la población que, en su mayoría, desconoce cómo actuar frente a un posible caso. Por ello, organizaciones como el Colegio Profesional de Psicología de Aragón, España, plantea varias recomendaciones para actuar en caso de que una persona esté lidiando con la idea de acabar con su vida.

Señales de alerta

Aunque nadie puede adivinar el pensamiento de otras personas, los profesionales indican que cualquiera podría identificar indicios de ideación suicida en su entorno. La identificación de estas señales de alerta es un paso significativo en la cadena de prevención de la problemática, cuyo fin es salvar la vida de aquellos que sufren y apoyarlos en el camino hacia la recuperación.

Contrario de lo que se cree, la persona con ideación suicida suele manifestar sus intenciones de forma verbal. Decir explícitamente “quiero matarme”, hacer comentarios como “no seré un problema por mucho tiempo”, o expresar emociones de impotencia, fracaso o desesperanza, debería alertar al entorno de quien las dice.

“La desesperanza, entendida como el estado emocional que nos lleva a no afrontar los problemas o no ver el futuro con ilusión siendo incapaces de luchar y pedir ayuda, es uno de los indicadores más firmes del riesgo de cometer un acto suicida”.

Además de las intenciones explícitas, las señales no verbales también representan síntomas significativos del estado emocional de un individuo. Cuando alguien tiene problemas para comer o dormir, se aleja de sus amistades, pierde interés por sus aficiones y muestra cambios radicales en su comportamiento, podría estar perdiendo el deseo de vivir.

Cabe aclarar que las señales mencionadas pueden manifestarse en la vida diaria de cualquier persona; lo que debe generar alarma es la frecuencia de estas y cómo cambian el comportamiento de quien las exterioriza.  

Los síntomas más alarmantes se presentan cuando alguien piensa constantemente en la muerte como un medio para dejar de sufrir, tiene ideas definidas sobre cómo quitarse la vida y visita o llama a personas cercanas para despedirse.

Hablar les salvó la vida

A los familiares o amigos de una persona en riesgo, los profesionales sugieren ser directo y hablar abiertamente sobre el suicidio. Este consejo es replicado por Arlette Montilla, madre de una joven venezolana que intentó quitarse la vida en reiteradas oportunidades.

Ella estaba en Caracas cuando recibió una llamada desde un hospital de Buenos Aires, Argentina. Le avisaron que su hija estaba en observación, pero omitieron que se trataba de una tentativa de suicidio.

“Yo no entendía mucho y los médicos no dijeron ‘suicidio’ cuando me contactaron, solo que estaba ‘bien’ y en observación, pero que debía ir de inmediato. Hablé con ella, me dijo ‘estoy bien’, mientras yo estaba en la sala de espera de un aeropuerto, sin saber qué pasaba realmente”.

Arlette viajó a la capital argentina y al llegar se enteró que habían dado de alta a su hija, pero que intentó quitarse la vida por segunda vez. Los prejuicios de los profesionales que atendieron a la joven en riesgo generaron un efecto contraproducente en ella.

“Mi hija solo me pedía salir de ahí, y pedí el alta. Con el dolor de mi alma firmé un papel que decía que yo era responsable de lo que le pasara, y en ninguna parte del papel decía ‘intento de suicidio’.  Solo quería sacarla de ese lugar nefasto y poder entender qué pasaba”.

Este fue el inicio de un largo proceso de recuperación, lleno de altas y bajas, pero liberador para ambas. La situación empezó a mejorar cuando aprendieron a nombrar la palabra ‘suicidio’ y entendieron que los pensamientos suicidas podrían volver.

En el camino descubrieron que la joven tiene Trastorno de Personalidad Límite, caracterizado por la inestabilidad en el estado de ánimo, comportamiento y relaciones. El diagnóstico fue recibido con alivio, pues saber qué la llevaba a esos extremos, y que además era tratable, “le dio la luz que le faltaba”.

“Hoy es capaz de verbalizar cuando tiene impulsos autolesivos, comprende que quiere vivir y que ese dolor profundo que no para y que siente a veces, es producto de un desequilibrio químico. Lo habla”.

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Cartas V

Hablar del suicidio es una forma de combatirlo

Cartas del suicidio