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Lo que debes saber sobre cómo opera la violencia de género

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Como dardos paralizantes que inmovilizan a sus víctimas, puede ilustrarse la violencia de género. Sin percatarse del peligro, la mujer empieza una relación con un hombre que pronto resultará en su abusador. El ciclo de violencia comenzará y la irá enredando y cercando cada vez más, hasta que sienta que no tiene ni las capacidades ni la fuerza para salir.

Frontera Viva, conversó con la psicóloga y coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA), Magdymar León, para entender los factores que envuelven a la víctima, haciendo que permanezca en un vínculo nocivo.

Normalización

La mayoría de las veces en las que existe violencia dentro de la relación de pareja, las mujeres no tienen claro que esta constituye un delito, una vulneración de sus derechos y que no debe permitirlo, explica la especialista. Esta normalización es muy común cuando los referentes que se tienen son relaciones donde esta dinámica agresiva se haya repetido, haciendo que estos patrones sean esperados dentro de las relaciones sentimentales.

Ante esto, León destaca la importancia de que en las familias las hijas sean tratadas con respeto y amor, para que puedan detectar sin vacilar cuando alguien las está maltratando. De lo contrario, no conocerán otra forma de relacionarse y un hombre agresivo será visto como un hombre normal.  

Desconocimiento

El desconocimiento de las leyes en esta materia también juega un papel relevante en estos escenarios. “Todavía hay mujeres en el país que no conocen la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007), e incluso sabiendo que esto existe, quizá considere que lo que a ella le está pasando no tiene la dimensión o la gravedad que se requeriría para colocar la denuncia”, sostiene la psicóloga.

Minimización de la situación

En los casos en los que no ha habido una violencia física, pero existen otras agresiones, por ejemplo, psicológicas o verbales, muchas mujeres consideran, de forma equivocada, que la situación no es tan grave y por lo tanto no debe ser denunciada, sin embargo, León asegura que ese pensamiento no es correcto. En ningún momento, debe la victima minimizar ningún tipo de violencia en su contra, ni fijar sus limites personales en si hay golpes o no.

…pero lo amo

A diferencia de otras formas de agresión, la violencia contra la mujer, ocurre dentro de un plano relacional que involucra los sentimientos, elemento que añade mayor complejidad para la víctima y que muchas veces impide efectuar la denuncia o abandonar al agresor.

“Estamos hablando que la persona agresora es alguien a quien la victima quiere. Hay una relación afectiva de por medio que obviamente está presente a la hora de pensar si coloco la denuncia o no. Es mucho más fácil denunciar a una persona extraña. Cuando es tu novio o esposo no lo ves tan claro”, detalla la experta.

 Justificación

El tratar de excusar y racionalizar la violencia es uno de los mecanismos que se activan en este tipo de relaciones tóxicas. Pensamientos como “yo me lo merecía”, “me pasé de la raya”, “yo lo provoqué”, “yo lo insulté primero”, e incluso, “yo lo golpeé primero”, apuntan a disminuir la gravedad del asunto y redirigen la culpabilidad del agresor a la agredida.

“Esto va a cambiar”

La esperanza de un cambio de comportamiento es una ilusión a la que muchas mujeres victimas de la violencia se aferran para no denunciar o dar por terminada la relación. En este sentido, la coordinadora de AVESA señala que no es cierto que el agresor sea violento todos los días, lo que puede dar pie a que se generen falsas expectativas.

El ciclo de violencia comienza con una acumulación de tensión entre la pareja, desembocando en un episodio violento, tras el cual viene el arrepentimiento y una etapa de luna de miel, hasta que el proceso reinicie, lo cual puede tomar meses e incluso años, dando lugar a que la mujer confíe en promesas de cambio y enmienda.

No obstante, a medida que esto se repita, los tiempos entre los episodios iracundos se irán acortando y la violencia escalando ante la falta de limites claros, por lo que se hace urgente una medida de corrección.

Para ilustrar esta idea, León explica: “Es como si tuvieras un niño o una niña y se tomó algo de un compañerito ¿Qué corresponde? Sancionarlo, corregirlo. No podemos dejar esto como si no pasó. Debe de haber una lección y la denuncia viene a funcionar como esta medida de corrección”. A muchos de sus pacientes masculinos, ex agresores, esto les ha resultado en gran beneficio. “La violencia es aprendida. No es una pérdida del control de los impulsos o un trastorno mental, es un comportamiento que se aprende y como se aprende se desaprende. A muchos hombres les funciona como un llamado a botón”.

Sentimiento de incapacidad

En los casos donde la violencia ya está plenamente instalada, la mujer pierde sus fortalezas psicológicas, apareciendo pensamientos como “me siento insegura”, “yo no voy a poder contra él”, “él tiene mucho poder”, “esto no va a servir de nada”, entre otros pensamientos que merman las posibilidades emocionales de la victima y que da como resultado que no sepa como afrontar la situación problemática y, por ende, permanezca en ella.

Aislamiento

Pasa también que el agresor, sustentado por estereotipos culturales y de género, haya conseguido sacar a su pareja del terreno social o profesional, introduciéndola y limitándola a las labores de cuidado, resultando en dependencia económica y en el aislamiento.

La merma de las redes de apoyo -entiéndase amigos, compañeros laborales y familia-, limita el circulo social de la victima a su pareja y agresor. De ahí, que la mujer desconozca su contexto, otras perspectivas del mundo, referencias y modelos, entonces “no es que desea estar atrapada, es que no sabe cómo salir de esa situación”, pues el mundo es conocido solo a través de la pareja.

Para las venezolanas migrantes y refugiadas, esta situación las deja en un mayor estado de vulnerabilidad, pues al dejar el país y comenzar en uno nuevo, no solo se pierden las redes de apoyo, sino también todo tipo de referente. Si emigró con su pareja agresora y comenzaron las tensiones, se encuentra en un estado de indefensión mucho más alto pues no existe dónde o a quién acudir. Ahora, cuando la relación violenta se inicia con un hombre de ese país, las desigualdades pueden agregar aún más peligro para la mujer, que muchas veces no tiene papeles, desconoce las leyes y, en algunos casos, el idioma. Aunado a este último escenario, se activan una serie de estereotipos sobre las mujeres venezolanas, explica la psicóloga, es decir, ideas como “todas vienen aquí a ser trabajadoras sexuales”, lo que las hace mas susceptibles a agresiones.

Falta de conocimiento de su valor

Cuando una mujer no reconoce su dignidad y valor intrínsecos, entonces, puede empezar a validar palabras o tratos crueles. “Si yo no entiendo que esto es un asunto de respeto y dignidad humana me parece que está bien y no lo veo como violencia”.

Entonces, ¿cómo debe ser una relación? Y, ¿qué es lo sano?

Relación entre iguales

La psicóloga Magdymar León, señala que una relación debe ser para compartir, no para tomar ventaja o aprovecharse de la pareja. Se trata de construir un proyecto de forma conjunta, por lo tanto, debe ser un vinculo en que ambos tengan la posibilidad de discutir y tomar decisiones sin que uno se imponga sobre el otro.

“¿Qué debemos buscar? Relaciones más igualitarias, aquellas donde se puede garantizar el respeto al otro. Hay que tomar en cuenta varios elementos para que no haya desigualdad de poder”. Estos elementos pueden ir desde las diferencias etarias, hasta los factores socioeconómicos y de oportunidad de desarrollo profesional.

Una pregunta que la experta recomienda hacerse es: ¿Esta es una relación que me permite desarrollarme?

Teniendo un concepto sano de mí

La psicopedagoga argentina Lindsay Sirotko, asegura que con el fin de disfrutar de vínculos sanos es importante que la mujer se relacione desde el entendimiento previo de su valor, dignidad, capacidades y áreas a desarrollar, es decir, de un autoconocimiento positivo, lo cual le permitirá construir relaciones, ya sea amorosas o de amistad, sanas y libres de control, amenazas y descalificaciones.

La profesional explica que “un vínculo sano es un vínculo que me ayuda a crecer, que me da seguridad, que no me da miedo, es un vinculo que me acepta como yo soy, que me ayuda a ser mejor, que me ayuda con las áreas en las que necesito desarrollarme y crecer, me brinda recursos, es un vinculo que no me socava”.

Conlleva esfuerzo

La experta no duda en señalar que las relaciones con vínculos saludables no se tratan de un milagro ni de algo que sucede en 24 horas, sino que conlleva un esfuerzo por parte de la pareja para que pueda funcionar, pues es algo que se construye y se aprende.

Por lo tanto, es importante que hombre y mujer entiendan que sus relaciones anteriores, no solo en el plano amoroso, van a influir sobre relaciones actuales o futuras, para bien o para mal.

Requiere límites  

La experta Finalmente, fijar límites es de gran importancia y va unido al amor. Sirotko señala que esa es una forma de amar. “Tiene que ver con poder comunicar preferencias, gustos, expectativas, opiniones. Este limite tiene que ver muchísimo con mi capacidad de comunicar y no pretender que el otro adivine y sepa todo, sino de poder explicar”. De esta manera, los limites no deben ser vistos como muros en la relación, sino como una expresión de amor y respeto hacia mi persona y hacia mi pareja.