El 25 de abril de 1877, los restos del doctor José María Vargas llegaban a Caracas para ser depositados en el Panteón Nacional, mientras a 602 Km, en el pueblo de Betijoque, Trujillo, nacía Rafael Rangel Estrada.
En el pequeño Betijoque, el protagonista de esta historia realizó sus primeros estudios, para luego desplazarse a los estados Mérida y Zulia para continuar su formación, adquiriendo conocimientos en teología, filosofía y aprendiendo francés.
Más tarde, para finales de siglo, comentan Gladys Belisario y Consuelo Maya en Biografía de Rafael Rangel, que el joven trujillano viajó a Caracas para realizar estudios de medicina en la Universidad Central.
Pese a que su estancia en la UCV fue de año y medio, allí tuvo la oportunidad de recibir clases de destacadas figuras como los doctores Luis Razetti y José Gregorio Hernández, siendo este último, supuesto antagonista de cierta anécdota que se contará más adelante.
La pasión de Rangel por la investigación parece haber sido el factor determinante de su éxito. Las largas horas dedicadas en los laboratorios de la Universidad y posteriormente del Instituto Pasteur, a cargo del doctor Santos Aníbal Dominici, le concedieron experiencia y renombre.
Tras un muy breve receso por padecer de tuberculosis pulmonar, el experimentado asistente de laboratorio es reconocido al ser designado el 18 de febrero de 1902 como jefe del recién creado Laboratorio de Histología y Bacteriología del Hospital de Vargas.
Según se refrenda en el Diccionario de Historia de Venezuela de Empresas Polar, desde este laboratorio, Rangel participa múltiples investigaciones, además de dirigir cerca de 16 tesis médicas, entre 1904 y 1909, y publicó una docena de investigaciones.
Sería justamente en este punto, donde más valor cobraron sus estudios en el campo de la parasitología, emprendiendo 1903 uno de los estudios más importante de su vida, se trata de la investigación hecha sobre la infección por anquilostoma, que conlleva a graves anemias.
Sus observaciones y conclusiones le permiten tratar esta enfermedad de manera eficiente, al percatarse que las lombrices que la producían se alojaban en los intestinos, como se puede leer en la biografía sobre Rafael Rangel expuesta por la facultad de ciencias de la Universidad de Carabobo.
Más adelante, en 1905, el científico viajó a los llanos para practicar estudios sobre la conocida coloquialmente como “peste boba”, una enfermedad que afectaba a los caballos de la zona. Y un año más adelante, se desplazó hasta Coro, estado Falcón, donde realizó investigaciones sobre la enfermedad conocida como “el grito de las cabras”.
En ambos casos el éxito le acompañó, y por ende su reconocimiento se mantuvo en ascenso. Probablemente esta fue la causa por la cual, cuando se empezó a rumorar que en La Guaira había un brote de peste bubónica, fue a Rangel a quien el entonces presidente Cipriano Castro y su ministro del interior, López Baralt, designaron para practicar estudios en la localidad.
En marzo de 1908, el científico realiza la toma de muestras y hace los análisis necesarios. Curiosamente, comentan Gladys Belisario y Consuelo Maya en el texto antes citado, el científico no encontró evidencias de la existencia de esta peste, retirándose con tranquilidad a Caracas.
Pero al mes siguiente, se vio obligado a regresar a La Guaira para volver a practicar pruebas al presentarse un repunte de casos. En esta segunda oportunidad, Rangel reconoció la infección bacteriana transmitida por las pulgas, y procedió a comunicarlo oficialmente.
La medida que puede ser tildada radical, llevó al cierre de la zona y a practicar la quema de ciertas viviendas donde habían residido personas infectadas. El trujillano fue, por orden gubernamental, encargado de la campaña de erradicación, la cual concluyó en julio, según la información apuntada en el Diccionario de Historia de Venezuela de Empresas Polar.
Un año después, en agosto de 1909, mientras realiza investigaciones en el Laboratorio de Histología y Bacteriología del Hospital de Vargas, Rangel toma una decisión drástica, ingerir cianuro de potasio para poner fin a 32 años de existencia.
Días previos, varios de sus estudiantes, que le acompañaban en las averiguaciones sobre micetoma, infección que ataca el tejido subcutáneo y el hueso, habían comunicado a otros profesores que Rangel parecía deprimido y confundido, según relata Valmore Rodríguez en su ensayo Vida y obra de Rafael Rangel.
Además, tres acontecimientos suscitados por aquellos tiempos, al parecer habían impactado al científico. Uno de ellos fue que habitantes de La Guaira, a quienes el gobierno había procedido a quemar sus viviendas, se habían presentado en el Laboratorio para culpar directamente a Rangel de lo ocurrido.
Y al parecer, una beca asignada para realizar estudios en Europa le fue revocada, sin ofrecer mayores detalles, aunque Valmore Rodríguez menciona en su ensayo que una historia ampliamente comentada que inmiscuye al doctor José Gregorio Hernández.
Al parecer, el Dr. Hernández se había enemistado con Rangel, y tras la salida del país de Cipriano Castro, hizo diligencias en el plano político para perjudicar a quien alguna vez fue su alumno.
Así, se le habrían reducido las ayudas económicas para sus investigaciones y dejado de concederle nuevos proyectos, incluso, no descartando la participación de este en la remoción de la beca, que habría afectado emocionalmente al científico trujillano.
Durante el cumplimiento del centenario de su natalicio, el Congreso nacional ordenó exhumar su cadáver del Cementerio General del Sur, para ser depositado en el Panteón Nacional, donde yacen desde el 20 de agosto de 1977.
Actualmente, el Instituto Nacional de Higiene lleva su nombre, y se le concedió la distinción de “Padre de la parasitología y del bioanálisis en Venezuela”.