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Samira se dedica a la mecánica automotriz desde hace 29 años y, tras migrar a Argentina, materializó el sueño de tener su propio taller.

“La idea surgió un verano, lavando autos en la playa de estacionamiento donde trabajaba. Era como un sueño: tenemos que poner un taller.”

Iniciar no fue fácil, pues el camino parecía cuesta arriba por ser extranjera, mujer y llegar sin dinero al país que la acogió. Sin embargo, la llegada de otros compañeros venezolanos permitió que el proyecto tomara alas.

La venezolana creó su taller en la provincia de Salta, al noroeste del territorio argentino. Frente al confinamiento generado por la pandemia de covid-19, se le ocurrió atender a vehículos de funcionarios policiales y ambulancias, de esta forma colaboraba y mantenía el negocio abierto.

Samira forma parte del programa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) que apoya negocios liderados por mujeres refugiadas y migrantes. Su experiencia le permite ayudar a otras compañeras en el proceso de materializar proyectos en Argentina.

“En Venezuela o donde esté, mientras se tenga fe en lo que se hace, y le guste a uno lo que uno hace, lo puede hacer donde quiera.”

Prensa Frontera Viva

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