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Por Ángel Escalante

María de la Cruz Moreno se desempeñaba como funcionaria de la Policía Nacional Bolivariana, en el estado Táchira, hasta que decide salir del país por la insostenible situación de la institución a la que pertenecía. Hoy día, vive en la población de Campo Valdés, en la ciudad colombiana de Medellín, Antioquia y se destaca entre los pobladores por vender “las arepas más deliciosas que alguna vez un colombiano haya probado”.

Así cataloga esta joven venezolana de 23 años, oriunda del Táchira, el producto que le da sustento en tierras desconocidas. Quien ha tenido que reconsiderar sus planes de vida para embarcarse en un mar, donde las posibilidades parecen sorteadas.

Mi sueño siempre fue ser policía.

 Habla de su profesión, aquella que ejercía en Venezuela, como el anhelo más deseado desde que apenas era una niña y al haberlo conseguido, se sentía realizada y agradecida con Dios, por haber cumplido el sueño de servir a su nación, siendo custodia de la seguridad de sus conciudadanos.

Relata que su experiencia en Colombia ha sido agradable. Agradece la hospitalidad de los antiqueños. “Me establecí de una forma no tan complicada, pero no es fácil adaptarse a nuevas costumbres y más cuando recuerdas cada día las que te obligaron a dejar en el pasado. Sé que Dios pone grandes pruebas a sus mejores guerreros y aquí seguiré luchando por mi y por mi familia”, comenta Moreno.

En Venezuela ya no podía seguir viviendo.

Salir de Venezuela de manera inesperada, ha sido una de las experiencias más crueles que ha enfrentado la mayoría de los casi 6 millones de migrantes venezolanos. Se han convertido en el flujo migratorio más grande de la historia reciente en Latinoamérica con más de 4 millones de desplazados. Moreno se cuenta dentro de esta dramática cifra que lucha a diario en las calles, para conseguir reunir dinero y poder enviar a los que un día dejó. “Atrás quedó mi papá, mis costumbres y toda mi familia, para llegar a un país donde empecé desde cero porque en Venezuela no podía seguir viviendo”.

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El día a día de esta gran joven venezolana, transcurre entre sueños y anhelos de superación, ofreciendo sus arepas por las calles de los poblados paisas, aquellos que hoy le brindan cobijo tras su partida de Venezuela. Espera la situación mejore y poder montar su propio negocio donde demuestre sus dotes culinarios en el relleno del mundialmente famoso plato venezolano.

La nación más violenta del mundo

En el país, los índices de criminalidad han ido en aumento durante los últimos años. Venezuela llegó en 2018 al primer lugar de la alarmante clasificación de los países más violentos de América Latina. En 2019 cerró con un estimado de al menos 16.506 fallecidos y una tasa de 60,3 muertes violentas por cada cien mil habitantes, muy por encima de cualquiera de los otros países latinoamericanos considerados violentos, según datos recopilados por el Observatorio Venezolano de Violencia. Sin embargo, el régimen venezolano alega que ha redoblado esfuerzos para detener la delincuencia, graduando cada año más funcionarios policiales, dejando de lado la preparación exhaustiva y la ética profesional, pues muchos funcionarios han tenido que desertar de sus funciones, como el caso de María Moreno, debido a la corrupción que reina en la institución policial, negligencias en el uso indebido de la fuerza tras protestas en contra de la dictadura de Maduro y pagos insuficientes por su labor.

Hoy día, esta venezolana como muchos en el mundo, confía en que haya una transformación profunda en el país, que acabe con la indiferencia frente a delitos de lesa humanidad. Mientras tanto, sigue luchando por conseguir mejores oportunidades y no pierde la esperanza de regresar a un país que deba proteger como un día juró ante la ley.

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