Por Frontera Viva

Cruzar el río que divide a México con Estados Unidos se ha convertido en la opción de miles de venezolanos que buscan encontrar en este último país las oportunidades laborales y calidad de vida que en su tierra no hallaban.

Sin embargo, esta travesía no es nada fácil para quienes no poseen visa y entrar al país de forma legal no es la mejor opción.

La historia narrada a continuación es la odisea que vivió Sofía (nombre utilizado para proteger la identidad de la fuente)para lograr llegar a Estados Unidos por pasos ilegales.

Con tan solo 21 años de edad, Sofía emprendió un largo viaje desde el estado fronterizo Táchira, hasta México.

Acompañada de sus hermanos, de 12 y 16 años, tomó un avión desde el Aeropuerto Internacional Camilo Daza, en Cúcuta, hasta Panamá, país en el que hizo escala antes de aterrizar en México.

Antes de iniciar el viaje, tuvieron un único contacto con el coyote – un hombre que ayudó a su prima y a su papá a cruzar la frontera de Estados Unidos –

El contacto fue por medio de una llamada.

—Fue una llamada de WhatsApp en donde nos pidieron nuestra información y nos explicaron cómo era el proceso dentro del aeropuerto y qué pasos deberíamos seguir—

—Nos preguntó cuál iba a ser nuestra vestimenta para ellos identificarnos y recogernos en el aeropuerto y también nos explicaron cuál era el proceso en migración, que tipo de preguntas nos podrían hacer y nos dijeron que eliminamos toda la información del teléfono por si nos lo revisaban—

El proceso con los agentes de migración en el aeropuerto, según explica Sofía, fue sencillo debido a que tenían toda su documentación en regla y que viajaron con documentos colombianos, pues también es poseedora de esta nacionalidad.

Además de la documentación, los tres jóvenes contaban con un tour todo incluido en México que respaldan las vacaciones que tomarían en ese país.

En el aeropuerto, los agentes de migración les pidieron en físico la información del hotel, del tour y les preguntaron detalles del viaje para corroborar que la información coincidía.

—Hay personas que hacen reservaciones falsas y por eso en migración les hacen muchas preguntas para ver si es cierto lo que vas a hacer en México—

A pesar que el coyote les ofreció comprar los vuelos, hoteles, tour y demás servicios, tanto Sofía como sus hermanos prefirieron acudir a una agencia de viajes donde compraron los boletos y el tour ellos mismos.

—Nosotros podíamos hacer uso de ese tour porque teníamos todo pago—

El costo totaldel gasto entre vuelos, tour y el coyote fue de 13 mil dólares.

En México

Al aterrizar en Ciudad de México, un empleado del coyote los buscó en el aeropuerto y los identificó por una foto que previamente habían enviado.

—Nos preguntó si queríamos cenar o algo de tomar. Nosotros pedimos que nos llevaran a comprar un chip para comunicarnos con nuestro papá que está en Estados Unidos—

Posteriormente los llevaron a un motel.

—Mientras estés ahí ellos te brindan comida y te preguntan si necesitas algo, ante cualquier cosa tú te contactas con ellos y te lo hacen llegar hasta la habitación, no es necesario que uno salga—

Luego de la paciente espera, de casi dos días, los contactaron para informales que los trasladaron hasta Monterrey.

—Cuando tú llegas en avión a México te dan como un registro migratorio para que puedas movilizarte por 90 días por el país para hacer turismo y cuando ellos te buscan en el hotel y te van a llevar a Monterrey te preguntan si tienes ese registro—

El traslado lo hicieron en una camioneta con dos empleados del coyote.

—El que manejaba era mexicano así que cuando íbamos en carretera nunca tuvimos ningún inconveniente porque teníamos los registros y parecíamos una familia, yo iba adelante con el chofer y atrás el otro muchacho con mis hermanos—

—Cuando lo funcionarios en las alcabalas preguntaban si éramos familia el chofer decía que sí, yo no hablaba por mi acento—

El viaje duró aproximadamente 9 horas. Una vez llegaron a Monterrey tenían que esperar a que autorizan la salida

—La salida consiste en esperar a que te avisen que el camino está despejado (que no hay casi retenes y que no está migración)

Cuando llegó el momento de partir, los sacaron de las habitaciones y los montaron en varias camionetas para trasladarlos a cinco horas de distancia por carretera.

En ese transcurso de tiempo los coyotes van informándose entre ellos sobre cómo está el camino.

—Cuando ya están por llegar a Piedras Negras ellos tienen que tomar un desvío que es como entrar a una trocha—

En ese momento, los carros que iban en caravana fueron interceptados por el Ejército de México.

—Nos agarraron y nos tuvieron como una hora, a los choferes los bajaron y los apuntaron, fue algo desesperante, pero luego nos sacaron de ahí y nos llevaron a una especie de alcabala—

En el comando policial, los bajaron de las camionetas y retuvieron cerca de dos horas hasta que llegaron funcionarios de migración que procedieron a quitarle los teléfonos.

—Nos quitaron también los pasaportes y los registros migratorios—

Posteriormente los llevaron a unos autobuses y los trasladaron hasta otro centro de migración en Piedras Negras.

Le puede interesar.  LA ESTRATEGIA DE CILIA FLORES…encarcelar gringos y suspender diálogos de México

—El sitio es horrible, es un edificio que tiene un patio techado y encerrado—

—Nosotros éramos 130 personas, incluyendo niños, y el calor era horrible. Nos daban de comer pan con jamón, queso y lechuga con agua y jugo de Jamaica—

En el lugar de retención los registraron.

Aparte de las 130 personas que agarraron junto a los hermanos, en el sitio había más personas que estaban ubicadas en literas.

—Ahí hacía mucho calor y estaba muy sucio, pero igual dormíamos en el piso porque las camas estaban ocupadas—

—Fue desesperante estar en ese sitio y sin tener información de nada —

Sofía describe que estar en ese lugar era una tortura porque en la parte de atrás del patio había un ventanal en el que se apreciaba un puente con un letrero que decía bienvenidos a Estados Unidos de América.

Después de una larga espera, les informaron que se los llevarían a otro lugar.

—Cuando nos fueron a sacar de ahí le lloré al guardia y le dije por favor yo estoy con mis hermanos, mis papás deben estar desesperados, ellos no saben nada de nosotros porque teníamos más de 24 horas sin comunicarnos con ellos—

Frente a esta petición el guardia les permitió hacer una llamada.

—De las 130 personas fuimos los únicos a los que le dieron una llamada—

Antes de partir a un nuevo centro de migración fueron examinados por médicos y durante la madrugada los llevaron a otro lugar que Sofía describe como una cárcel.

En el nuevo sitio, les entregaron una bolsa para que guardaran todas las pertenencias de valor.

—Si te escondes algo que no hayas registrado y ellos te lo consiguen, te lo quitan y no te lo devuelven, así que tienes que meter todo ahí y registrarlo—

En el lugar, separaron a las mujeres de los hombres y a las 25 familias que había, las llevaron a un tráiler ubicado en las afueras del retén.

—Éramos 25 familias con niños—

En el tráiler dejaron que los niños se bañaran y les dieron una colchoneta para pasar la noche.

—Teníamos la incertidumbre de qué iba a pasar con nosotros porque en ningún momento del proceso te dicen nada de lo que está pasando lo único que nos decían es que nos iban a llevar a Tapachula en la frontera sur de México—

Sin embargo, pese a que les dijeron que los trasladaron a Tapachula, a la mañana siguiente los llevaron hasta una casa hogar de monjas en Zacatecas.

—Nos brindaron comida y nos soltaron en Zacatecas, también nos devolvieron nuestra documentación y nos entregaron un papel que decía que teníamos 30 días para salir del país, pero que no podíamos salir de Zacatecas—

—Era algo confuso, pero como estábamos libre podíamos volver a internarlo—

En la casa hogar podían bañarse, comer y quedarse hasta máximo tres días.

Pero ese mismo día Sofía se comunicó con su coyote.

—Él me pidió la ubicación y me dijo que nos buscaría en la madrugada, pero a esa hora las monjas no permiten que las puertas se abran por seguridad—

Por esta razón, Sofía les pidió a las monjas que los trasladaran a un hotel cercano.

—No había descansado porque siempre estuve pendiente de mis hermanos y esa noche también la pasé en blanco esperando al coyote—

Sin embargo, pese a lo que había conversado con el coyote esa noche no llegó, los buscó horas más tarde y los llevó nuevamente a Monterrey donde iniciarán, una vez más, la travesía.

—El hotel al que llegamos tenía todas las habitaciones ocupadas, pero había una con tres camas matrimoniales donde se estaban quedando dos venezolanos—

—Yo me había hecho amiga de otra venezolana que iba con su hijo y decidimos quedarnos en esa habitación. Todos los que estábamos allí nos hicimos amigos—

En la habitación, acompañados de otros venezolanos que estaban por emprender el mismo viaje, pasaron la noche.

A la mañana siguiente los coyotes llegaron a buscarlos y los trasladaron hasta Río Bravo.

—Cuando llegamos al río el coyote nos tomó una foto para demostrarle a mi familia que estábamos por cruzar—

Pero en una de las entradas del río por donde – le aseguraron el agua les llegaba hasta las rodillas- estaban las autoridades de migración y les tocó regresar y dirigirse hacia otra trocha.

Por el nuevo camino al que llegaron el agua les llegaba por el cuello y la corriente era fuerte.

En medio del miedo que los embargó, al ver el caudal del río, uno de los jóvenes que conocieron en el hotel le aseguró que había cruzado el Darién y que la iba a ayudar a pasar junto con sus hermanos.

—Me dijo estate tranquila que yo te ayudo a pasar con tus hermanos—

Pero Sofía veía que las personas que cruzaban el río perdían sus pertenencias por la fuerte corriente y otras eran arrastradas por el agua con todo y equipaje.

—A mí me entró desespero, primero de ver a tantos niños que estaban cruzando el río, había niños hasta de meses, mujeres embarazadas y adultos mayores. Me dio una crisis de nervios, gracias a Dios el muchacho me tranquilizó—

Frente a este panorama, decidieron dejar sus pertenencias en la orilla.

—Solo crucé con mi cartera, ahí metimos nuestra documentación y el resto lo dejamos tirado—

Le puede interesar.  Las minas de oro son el objetivo de militares e iraníes: lo que oculta la Operación Roraima en el Arco Minero de Venezuela

—Cuando decidimos cruzar el muchacho se montó a mi hermana en los hombros, yo iba detrás de él, detrás de mí iba mi hermano, detrás el niño, detrás la muchacha y luego el otro muchacho, todos estábamos agarrados de una cuerda que lanzaron los coyotes—

Mientras iban cruzando la corriente se los estaba llevando, pero el joven, que había pasado por el Darién, les pidió que soltaran la cuerda porque podían irse muy abajo.

—Nosotros nos soltamos y comenzamos a hacer fuerza e ir contra la corriente a lo que migración de Estados Unidos llegó y solo nos veían, no ayudaron a nadie—

Sin embargo, cuando los oficiales detectaron que habían soltado la cuerda y los estaba arrastrando el río les lanzaron una cuerda y los ayudaron a salir del agua.

Al salir del río, Sofía logró encender el teléfono y llamar a su papá

—Le dije papá ya pasamos. Perdimos todo, eran las cosas o nosotros—

En ese momento un oficial le pidió que apagara el teléfono y les ofreció agua.

—Ahí estaba la prensa y también habían autobuses—

—La policía tomó nuestros datos y nos llevaron a un centro de migración—

En el lugar le preguntaron a Sofía quiénes eran los niños que la acompañaban.

Posteriormente, les pidieron sus documentos, pero los habían perdido en el río.

—Me pasaron a una oficina y me pidieron anotar nuestros datos, los datos era quien nos iba a recibir aquí en Estados Unidos, la dirección, número de teléfono y nuestros datos personales—

—Todo me lo estaban diciendo en inglés, lo que lograba comprender es que me iban a quitar a mis hermanos porque no soy su mamá ni papá—

En ese momento Sofía sintió un miedo inexplicable al saber que se alejaría de sus hermanos.

—Me dijeron que me iban a hacer un proceso aparte, que mis hermanos iban a llegar primero que yo y que iban a estar bien. Dales un beso y un abrazo porque se lo van a llevar a un albergue—

—En ese momento me bloquee, solo pensaba que iban a hacer con los niños, me dio desespero porque cómo le iba a decir a mi papá que me los habían quitado—

Entre lágrimas, Sofía se despidió de sus hermanos y fue trasladada a una celda, pero antes le tomaron la huella, los datos y una fotografía.

—Eso es una cárcel, ellos te lo dicen “esto no es un albergue, esto es una cárcel porque intentaste entrar ilegalmente a nuestro país” —

Todo lo descrito anteriormente, ocurrió estando mojada porque no podía cambiarse.

—Con la misma ropa que cruzaste el río te quedas todo el tiempo, solo te dan comida y una colchoneta y una cobija térmica que es como un papel aluminio que te rebota el calor que tu mismo emanas y te protege del frío que hace—

Esa noche, por primera vez en muchos días, Sofía estaba a punto de conciliar el sueño, pues se sentía agotada, pero le informaron que la trasladaron a otro centro migratorio ubicado a dos horas de donde se encontraba en Texas.

—A ese centro llegué de madrugada y en la mañana me registraron y me hicieron una entrevista—

En el lugar, había más personas esperando a ser procesadas.

—En la entrevista me dijeron que de 24 a 48 horas salía de ahí y me llevan a una iglesia en donde me harían una entrevista de miedo creíble, pero pasaron cinco días y no me llamaban a pesar que a todos los que entrevistaron los sacaban al día siguiente—

Según narra, Sofía, en ese lugar los maltratan psicológicamente, les decían que iban a durar en ese sitio más de 15 días.

—Te desinforman, tú no sabes ni quien eres y ellos te dicen que te van a soltar rápido y luego que todo el proceso será lento—

Durante los seis días que Sofía estuvo detenida, solo se pudo bañar una vez.

—El primer día te dejan bañar y te vuelves a colocar la misma ropa con la que venias—

Los días pasaban lentos.

—No dormías bien porque te paraban a las 8,10, 12, 2, 5, y 8 de la mañana—

Sin embargo, después del sexto día de reclusión los oficiales le informaron que ya sería liberada.

Las autoridades le entregaron un teléfono y le enseñaron a utilizar una aplicación en la que debe reportarse constantemente, le dieron las pocas pertenencias que le quedaba y la montaron en un autobús que la trasladó a una iglesia en donde tuvo que pagar 100 dólares para que la llevaran al aeropuerto.

—Cuando te llevan al aeropuerto te dejan acompañada de una persona que te guía para comprar el boleto, te ayuda a hacer el check-in y todo el proceso dentro del aeropuerto hasta que agarras el avión que te lleva con tus familiares—

En cuanto a sus hermanos, el proceso migratorio fue distinto, ellos duraron más días retenidos, pero según contó Sofía, estuvieron en un lugar mejor donde les daban comida, recibían clases, les daban juguetes y hasta los vacunaron.

Después de toda esta experiencia Sofía asegura no arrepentirse de la travesía que vivió, pero no es algo que haría nuevamente.

—No me arrepiento, pero si tuviera que volverlo a hacer no lo haría—

—Aún no puedo creer por todo lo que pasé y que ya estoy aquí con mi familia—. NA

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí